El Gran Enigma de Antikythera
La historia no dejará
de sorprendernos con innumerables descubrimientos que hoy se abren ante
nuestros ojos.
Cartago no podría
resistir mucho más. Las líneas de abastecimiento de la ciudad de Siracusa iban
a ser obra del pasado. Tras meses de intensa lucha el general Marco Claudio
Marcelo podría por fin sitiar la ciudad por tierra y aire y alzarse con la
victoria.
Corría el año 214 a.C
cuando la guerra había estallado y tras meses de fascinación absoluta, viendo
volar barcos que se alzaban de las aguas, de camaradas que morían abrasados por
las llamas de una especie de magia, iba a llegar a su fin. Lo que no podía
imaginar es que todavía en ese 212 a.C el asedio iba a durar ocho largos meses
más.
Plutarco lo narró así:
“… cuando Arquímedes comenzó a emplear sus ingenios, el disparó inmediatamente contra las fuerzas de tierra toda suerte de proyectiles, e inmensas masas de piedra que cayeron con increíble ruido y violencia; contra lo cual ningún hombre pudo resistir; porque derribaban a todos aquellos sobre quienes caían a montones, rompiendo todas sus filas. Mientras tanto grandes postes empujaban desde las murallas los barcos y hundieron algunos mediante grandes pesos que dejaban caer desde encima de los mismos; otros los levantaban en el aire con una mano de hierro o un pico de ave como un pico de grulla y, cuando los habían colgado por la proa, y puesto de punta sobre la popa, los hundían hasta el fondo del mar; o bien los barcos, colgados por los ingenios de dentro, y hechos girar violentamente, eran arrojados contra las afiladas rocas que sobresalían de las murallas, con gran destrucción de los soldados que estaban a bordo de ellas. Un barco era frecuentemente levantado a gran altura en el aire (algo horrible de contemplar), y era sacudido de acá para allí, y se mantenía meciéndose, hasta que los marineros eran todos arrojados, cuando era arrojado en toda su longitud contra las rocas o dejado caer.”
El mismo Plutarco
comenta:
“Estas máquinas que (Arquímedes) había diseñado e inventado, no como asuntos de ninguna importancia, sino como simples pasatiempos de geometría; de conformidad con el deseo y demanda del rey Hierón.”
Arquímedes se revelaría
si no lo había hecho ya, en un escollo que pocos o nadie podría sortear. Era
tal la proeza de las hazañas realizadas gracias a cada imaginativo invento,
cada defensa y ataque, que el propio Marco no permitiría jamás que fuera
ejecutado.
De esta manera, Roma
finalmente logró entrar y saqueó todo lo que había a su paso, matando a niños y
mujeres. Sin embargo, tenían la extraña misión no sólo de no matar a
Arquímedes, si no de protegerlo y ponerlo ha cubierto. En cambio, como nos dice
Plutarco, la historia fue bien distinta. Cuando al fin un soldado de Roma logró
encontrar a Arquímedes, este no obedeció las órdenes que se le dieron, únicamente
se dedicó a dibujar círculos en el suelo. Este hecho fue captado por una
muestra de desprecio por el romano, que desenfundando la espada lo atravesó por
la espalda. Arquímedes, cayó agonizante al suelo.
Tras el saqueo, Marcos
sólo partió con dos extraños objetos pertenecientes a Arquímedes. Dos máquinas
que más tarde serían descritas por Marco
Tulio Cicerón (Arpino, 3 de enero de 106
a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.), jurista, político, filósofo,
escritor y orador romano.
“Recuerdo un incidente en la vida de Cayo Sulpicio Gallo -cónsul con el sobrino de Marcelo en 166 a. C. y acreditado por Plinio el Viejo como el primer romano que escribió un libro explicando los eclipses solares y lunares-. Resulta que él estaba en la casa de Marco Marcelo, su colega de consulado (166 a.C.) cuando éste ordenó que le trajeran el globo celeste que su abuelo había traído de Siracusa, cuando aquella muy rica y bella ciudad fue tomada (212 a.C.). De ella, sólo tomó como botín. Yo había oído mencionar este globo con bastante frecuencia como atribuido a la fama de Arquímedes… llegué a la conclusión de que el famoso siciliano ha sido dotado con un genio mayor al que uno podría imaginar posible que poseyera un ser humano… este tipo nuevo de globo, dijo, en el que se mostraban el movimiento del Sol y de la Luna y los de las cinco estrellas que son llamada errantes (planetas), poseía más de lo que puede mostrarse en un único globo sólido, y el invento de Arquímedes mereció especial admiración porque él encontró una forma de representar con precisión mediante un único dispositivo para mover el globo, aquellos movimientos variados y divergentes, con sus velocidades. Y cuando Gallo movió el globo, de hecho, fue verdad que la Luna dio tantas revoluciones debajo del Sol sobre el aparato de bronce como correspondía al número de días pasados, de tal manera que el mismo eclipse de Sol que aparecía en el globo sucedería en la realidad.” (De la República 1, 21-22) (Para saber más, leer: Cuando la Tierra habla: El Enemigo de Roma)
Octubre de 1900.
Un grupo de recolectores de esponjas que volvía a casa desde África paró en seco su trayecto debido a una fuerte tormenta que se divisaba en el horizonte. Para matar las horas muertas decidieron faenar en el lugar, así que Elías Stadiatos se sumergió en las oscuras aguas. Lo que vio, lo aterrorizó de un modo que pocas personas en el mundo han podido sentir. Unos ojos sin vidas se clavaban en su mirada, cientos de cuerpos semienterrados en el suelo marino se afanaban en salir a la superficie, como si quisieran perseguirle en su ascenso a la vida. Cuando asomó a la superficie y tras haber recuperado el aliento perdido, el capitán Dimitrios Kondos le preguntó por su extraño comportamiento. Elías contó lo que había visto, sin embargo, Dimitrios no parecía creer ni un ápice de las palabras que brotaban a trompicones de su boca, lo atribuyó todo a la borrachera de las profundidades. En cambio, ante la negativa de su capitán y ya más sereno, Elías insistía una y otra vez en esas mujeres y hombres putrefactos que lo miraban desde el fondo.
Un grupo de recolectores de esponjas que volvía a casa desde África paró en seco su trayecto debido a una fuerte tormenta que se divisaba en el horizonte. Para matar las horas muertas decidieron faenar en el lugar, así que Elías Stadiatos se sumergió en las oscuras aguas. Lo que vio, lo aterrorizó de un modo que pocas personas en el mundo han podido sentir. Unos ojos sin vidas se clavaban en su mirada, cientos de cuerpos semienterrados en el suelo marino se afanaban en salir a la superficie, como si quisieran perseguirle en su ascenso a la vida. Cuando asomó a la superficie y tras haber recuperado el aliento perdido, el capitán Dimitrios Kondos le preguntó por su extraño comportamiento. Elías contó lo que había visto, sin embargo, Dimitrios no parecía creer ni un ápice de las palabras que brotaban a trompicones de su boca, lo atribuyó todo a la borrachera de las profundidades. En cambio, ante la negativa de su capitán y ya más sereno, Elías insistía una y otra vez en esas mujeres y hombres putrefactos que lo miraban desde el fondo.
Kondos, no tuvo más que
bajar para comprobar la certeza de las palabras de su tripulante. A unos 60 m
de profundidad halló un antiguo pecio, con gran cantidad de ánforas y diversas
estatuas de mármol y bronce.
Una posterior inmersión en 1902, trajeron al mundo gran cantidad de monedas de bronce y platas
corroídas por el paso del tiempo, así como diversos utensilios utilizados en la
época por dichos buques, y lo que era más interesante, aunque por aquel
entonces nadie le prestó gran atención, los restos de lo que fue una caja de
madera engastadas en lo que parecía un antiguo mecanismo con numerosos
engranajes.
Aquel lugar situado
entre la isla de Creta, (isla más grande de Grecia y la quinta en tamaño del
mar Mediterráneo) y el Continente daría lugar a un misterio que aún hoy sigue
dejando perplejo a propios y extraños de la materia, era lo que se conocería
como la máquina de Antikythera.
El nombre sería tomado
de la pequeña isla que guardaba los restos del naufragio, una isla de poco más
de km y medio de largo y apenas medio de ancho.
Por difícil que parezca,
nadie se interesó en el descubrimiento hasta ya avanzado el siglo XX, más
concretamente en los años 70.
Derek de Solla Price,
(22 de enero de 1922 en Leyton, Inglaterra – 3 de septiembre de 1983) fue un
físico, historiador de la ciencia y acreditado científico de información así
como padre de la cienciometría, sería el primero de muchos otros que avanzaría
a tientas en este misterioso mecanismo, y, aunque no descubriera todos sus
secretos, desvelaría parte de ellos.
La extraña pieza se
encuentra y por aquella época también lo hacía, en el Museo Nacional de
Arqueología de Atenas. Las hipótesis que circulaban por aquel entonces sobre el
origen de la máquina eran dos:
·
Origen extraterrestre
·
Origen Humano: Dentro de la cual había
dos nuevas posibilidades;
o
Había caído en el mismo lugar que los
restos del naufragio original siglos más tarde.
o
Era realmente un instrumento fabricado
hace algo más de 2 mil años.
Price, realizaría
numerosas radiografías para ver cuantos engranajes tenía y como podían unirse
unos a otros. Gracias a ello se podría dilucidar el periodo de rotación de los
engranajes, así como la proporción de giro que cada uno de ellos realizaba. De
este modo Price intentaría dar luz sobre la función que desempeñaba este
aparato y si podría tener o no alguna significación astronómica.
Uno de los
descubrimientos más significativo de su trabajo lo llevaría a cabo en 1974
cuando tras haber estudiado una parte de los engranajes se percató de algo
extraordinario.
Se trataba de un grupo
de engranajes que enlazaban unos con otros, en total 6 eran los que componían
esta parte de la maquinaría. Se trataba de un engranaje de 64 dientes que a su
vez movía uno de 38, que unido a uno de 48 movía a uno de 24 y este último a
uno de 127 para finalizar en una rueda
de 32 engranajes.
La proporción de giro
que descubrió con respecto al primero de los engranajes era de: 13,36842105;
número que puede que no nos diga gran cosa, pero que, sin embargo, los
historiadores de la Astronomía saben que es el resultado de dividir 254/19,
un número que para los antiguos representaba las vueltas de la Luna, 254, por
cada 19 vueltas del Sol en el Zodíaco, es decir, la Luna da 254 vuelta en un
periodo de 19 años.
Price, concluyó que debía
haber dos agujas que representaran este hecho, una para el Sol y otra para la
Luna, ya que debía tener una concordancia con los nombres del Zodíaco y los
meses egipcios que él había encontrado en las piezas.
Más tarde descubriría
las letras griegas:
·
Alfa- Α α
·
Beta- Β β
·
Gamma- Γ γ
·
Épsilon- Ε ε
Estas letras hacían
referencia a parapegmas, es decir, letras que se referían a un listado de datos
sobre las salidas y puestas de las estrellas, es decir, se trataba de un
pequeño almanaque que aventuraba predicciones astronómicas. Como pudo
comprobar, Price, el puntero del Sol sería el que iría indicando dichas
predicciones.
Gracias
a Jacques Cousteau, (Saint-André-de-Cubzac, 11 de junio de 1910 - París, 25 de
junio de 1997) oficial naval francés, explorador e investigador que estudió el
mar y varias formas de vida conocidas en el agua, podemos hacernos una idea de cuando se hundió
el pecio, ya que en 1976, sería el último en varias décadas que se sumergiría
en aquellas aguas. Las monedas que rescató, gracias al tipo de cuña que poseían, indicaban que el barco procedía de Asia Menor, probablemente de Pérgamo (situada
en el noroeste de Asia Menor, actual Turquía, a 30 km de la costa del mar Egeo
y frente a la isla de Lesbos, en la región llamada Eólida) o de Éfeso (localidad
del Asia Menor, en la actual Turquía. Fue una de las doce ciudades jónicas a
orillas del mar Egeo, situada entre el extremo norte de Panayr Dağ, el antiguo
monte Pion, y la desembocadura del río Caístro y tenía un puerto llamado
Panormo. Al este se hallaban la colina de Ayasoluk, con el valle a sus pies, y
la población actual de Selçuk, cerca del mar, el monte Pion y el monte Coreso,
actual Bulbul Dagh, a cuyos pies se encontraba la ciudad antigua). Por otra
parte las diversas ánforas obtenidas, nos dan idea del recorrido que siguió el
barco, con una seguridad pasmosa a Kos (isla griega del archipiélago del
Dodecaneso, en el mar Egeo del que separa el golfo de Cos) y luego a Rodas (isla
griega más extensa del archipiélago del Dodecaneso).
La
datación por carbono 14 de los restos de madera del barco lo sitúan en el siglo
I a.C. con un margen de error de un par de siglos. Sin embargo, gracias a las
monedas sabemos a parte del lugar de procedencia, la fecha en la que fueron
acuñadas, estás nos dan una fecha aproximada a la década de los 60 o tal vez 70
del I a.C. La constatación final vendría gracias a las ánforas, que datan entre
el 65 y el 50 a.C., por lo que parece probable como fecha para su hundimiento
el 60 a.C.
Todo
esto desmonta la teoría de algunos historiadores que creen que pudo tratarse de
uno de los barcos que transportaban a Roma el botín obtenido por Sila durante
la Primera Guerra Mitridática (primera de las tres guerras que tuvieron lugar
en Grecia y Asia Menor entre Mitrídates VI, rey del Ponto, y la República de
Roma); al parecer hay un texto de Luciano de Samosata, dos siglos y medio
posterior, que menciona la pérdida de uno de estos navíos.
La
respuesta, probablemente sea mucho más sencilla. Se trataría de un barco de
origen comercial relativamente corriente en ese periodo de esplendor.
Lo
que Valerios recuperó del fondo, murmurando aquello de “¡qué curioso…!”, en 1902, era una especie de mecanismo construido
en bronce y compuesto por 27 engranajes. El bronce fue el primer gran metal de
la civilización, una aleación de cobre con estaño menos dura pero también menos
quebradiza que el hierro; al quedar expuesto a la intemperie sólo se oxida en
una capa de su superficie y así es capaz de resistir la corrosión, incluyendo
la marina, incluso mejor que los aceros sencillos. Si hubiera sido fabricado
con hierro, se habría desvanecido en las sombras del Mediterráneo y de la
historia mucho tiempo atrás.
Michael
Wright, especialista en ingeniería mecánica del Museo de Ciencia de Londres, describiría la máquina como una especie de planetario. Gracias a los
avances científicos realizó tomografías de las piezas, lo que le permitió un
mejor estudio a la hora de trabajar con las mismas.
Michael, construyó
un modelo del mecanismo con herramientas disponibles en la época que hemos
enmarcado, de este modo demostraría que lejos de las teorías extravagantes de extraterrestres
y viajeros del tiempo, ese aparato, sí podría haber existido en el siglo I a.C.
por increíble que pareciese.
Tras
llevarlo a cabo dictaminó que el trabajo llevaría más de 1000 horas de
elaboración para su construcción en las hábiles manos de un artesano griego.
A los
descubrimientos anteriormente descritos, aportaría nuevas pistas, como el hecho
de que en el mecanismo debería en el pasado, haber tenido incorporada en cierta
parte una pequeña pelota pintada mitad blanca, mitad negra, que era capaz de
girar a la velocidad del mes lunar,
dando cuenta de las fases de la Luna.
Se
percata que a pesar de la comodidad de utilizar un calendario egipcio, meses de
30 días, al no tener años bisiestos, el “reloj” se iría desajustando un día
cada 4 años en el Zodíaco. Fascinado, descubre que existen unos pequeños
agujeros detrás del calendario, que servirían para mover el instrumento y
compensar el error.
Uno
de los grandes inconvenientes que encuentra en su estudio es el hecho de que la
posición del Sol en el Zodíaco no siempre coincide con la velocidad de los días
en el año. Por lo que la aguja que marcaba este hecho no debería ser tal, ¿o
sí?...
El
Sol no avanza a la misma velocidad en el año, aunque la diferencia nunca es más
de 2º5’, pero eso quiere decir que si la aguja señala hacia el día, marcará mal
la posición del Sol y viceversa.
Según
Wright, habría 2 agujas, la más larga señalaba el día, y una más corta la
posición del Sol con sus aceleraciones y desaceleraciones correspondientes.
¿Cómo podía corregirse esto? Haciendo engranajes imitando la geometría de los
griegos, es decir, los modelos geométricos que tenía para los planetas los
griegos.
Muchos
especularon que esta posibilidad sólo era una exageración de Wright, y que lo
habría hecho para que él mismo pudiera realizar su maqueta de la máquina, en
cambio, tiempo más tarde, todos deberían reconocer el gran trabajo llevado a
cabo por este magnífico ingeniero.
Otra
de las curiosidades que encontró sería la división no uniforme entre la marca
de los grados y los días. En una vuelta completa existen 360º, mientras que son
365 días los que completan un año, por lo que parecería sencillo pensar que
correspondería más días por cada grado, en cambio, lo que se comprueba es que
en la posición de Libra del Sol, este va
más rápido, recorriendo 28,5 días en 29º, lo que quiere decir, que la escala en
esta parte se encuentra más apretada para que el Sol recorra más parte del
Zodíaco.
La
tendencia es a pensar que es todo fruto de un error, pero nada más lejos de la
realidad.
Esta
tendencia se da en todo el fragmento, no se reparten de manera uniforme por
todo la pieza. La diferencia entre las marcas es tan sólo de 1 mm y la
diferencia entre una escala y la otra sería de 2 mm en un cuadrante, esto nos
da dos teoría que podrían resolver el entuerto:
·
Modelo Griego excéntrico: El Sol no
va la misma velocidad que la Tierra pero
sí con respecto a un punto excéntrico. Implicaría que nunca las marcas serían
equidistantes.
·
Modelo Babilónico: El Sol va a una
velocidad constante la mitad del año, pero, por debajo de la media cuando el Sol va despacio, después, abruptamente, subía
de velocidad e iba también a una velocidad constante, pero por encima de la
media. Implicaría que siempre las marcas serían equidistantes en la
misma zona que la parte veloz o lenta.
La diferencia entre
ambos modelos serían mínimos, pero los científicos se inclinan a pensar que el modelo
escogido no era el griego, si no, el babilónico.
Desde el año 2000 Tony
Freeth (Matemático) y Mike Edmunds (Astrónomo), trabajan sobre el mecanismo y
han logrado desentrañar casi por completo todos sus enigmas.
Ambos trabajan sobre
los documentos propuestos por Michael en la década de los 70, ya que Wright
nunca publicó nada al respecto, pese a sus avances.
Intentaron negociar con
productoras para realizar un documental, pero se encuentran con la negativa de
estas en diversas ocasiones, cosa que no mermó para nada el ánimo de la extraña
asociación.
Trabajarían con
tomografías computadas, lo que hizo que se pudieran estudiar con más
detenimiento y tener más de 10 fotografías por cada mm de pieza. Dichas
fotografías, sirvieron para observar las inscripciones que se hallaban ocultas,
estas, duplicarían la cantidad de letras que se pudieran leer con anterioridad.
Tom Malzbender,
ayudaría a jugar con la luz para leer las inscripciones gracias a una
tecnología de luz y sombras, que normalmente utilizan Pixar y Disney para
recrear sus mundos animados.
Por lo que pudieron
comprobar, el aparato debía medir más o menos como una caja de zapatos
convencional, con dos tapas de madera que protegerían la parte delantera y
trasera del objeto. En la parte delantera se encontraría todo lo descrito con
anterioridad, pero, la trasera, guardaba muchos secretos que a partir del año
2005 empezarían a salir a luz.
La parte trasera sería
un dispositivo que representaría el movimiento de la Luna con todas las irregularidades
que va teniendo a lo largo de las fases lunares. Encuentran que el engranaje 32
mueve a su vez a uno de 50 y que este une a otros dos que hacen lo mismo y
sube hacia arriba.
Se trata de 4
engranajes de 50 dientes cada uno de ellos, que, en principio, no sirven para
nada, ya que no cambia el periodo. Lo que descubren es que uno de los
engranajes, llamado k1, tiene un pequeño pin interno que encaja con una ranura
que tiene el de abajo que lo va moviendo de modo que tenga aceleraciones y
desaceleraciones, generando un movimiento irregular que refleja el movimiento
irregular de la Luna. Esto lo transmite al último engranaje de 50 dientes para
otro de 32 y de ahí sube a la Luna. Todo esto iba unido a un engranaje de 223 diente, lo cual hacía que tuviera un
periodo de rotación de 9 años.
Refleja de manera fiel
mecánicamente la astronomía que tenían los griegos geométricamente.
Cabe destacar que si se
tomaron la molestia de corregir los errores en los movimientos de la Luna,
hicieran lo propio con el Sol, lo que, por otra parte sería mucho más sencillo,
y con toda seguridad sería del mismo modo que Wright describió.
Además descubren un
calendario Luni-Solar, lo que se conoce como ciclo Metónico: 235 meses en 19
años.
El problema de este
calendario es que un mes dura unos 29,53
días y un año sería unos 12,37 meses. Por lo que algunos meses tendrán 29 días
y otros 30, exactamente 110 meses con 29 días y 125 con 30.
·
En 10 años hay 6940 días.
·
Cada 64 o 65 días se extrae un día, y el
mes en el que cae, tendrá 9 días. Hay 9 de 64, 1 de 65 días, repetido 11 veces.
Mientras, algunos años
tendrán 12 meses, otros contarán con 13:
·
12 meses en 19 años en igual a 228
meses, por lo que faltan 7 para los 235. Habrá, entonces, 7 años con 13 meses.
Se trata de un
calendario astronómico muy complicado, pero el hecho de que se refleje en el
mecanismo hace pensar que habría estado más extendido de lo que se creía en
principio.
Por
otra parte, también demostraron que podía predecir eclipses tanto de Lunas como
de Sol, gracias al denominado ciclo de Saros, un periodo caldeo de 223 lunas,
lo que equivale a 6585,32 días (algo más de 18 años) tras el cual la Luna y la
Tierra regresan aproximadamente a la misma posición en sus órbitas, y se pueden
repetir los eclipses. Con un error de 8 horas. En los meses que sucederían los eclipses
se muestran unas inscripciones donde se puede observar la hora y el día en el
que sucedería, e incluso nos detalla con una descripción simple de qué color se
verá el Sol o la Luna en ellos, y por lo tanto poder predecir acontecimientos
futuros, posiblemente ligados con la Astrología.
Para
corregir el error de 8 horas, se hizo uso de un reloj subsidiario que daba una
vuelta cada 54 años y nos indicaba en cuál de los tres periodos podríamos
encontrarnos. Si estábamos en la primera marca no habría que agregar nada, si
estábamos en la segunda deberíamos agregar 8 horas, y si nos encontráramos en
el tercer periodo 16 horas.
Además, algunos investigadores creen que en el periodo donde no debemos añadir nada, existe una marca que haría referencia al concepto de cero, cosa, que es probablemente
imposible por todo lo que conocemos sobre los griegos. Según parece, en las
tomografías computadas no se perciben evidencias, pero el debate sigue
abierto, y futuros estudios dictaminarán la verdad sobre un nuevo enigma que
nos presenta esta inescrutable máquina perdida en los tiempos.
Referente
al reloj subsidiario del ciclo Metónico, hay que resaltar que para que
funcionara mejor había de omitirse un día cada 4 ciclos. Este reloj daba una
vuelta cada 76 años y nos indicaba en cuál de los 4 periodos nos encontrábamos,
para recordar que había que omitir 1 día cuando estuviéramos en el último
ciclo.
Por
último poseía otro reloj subsidiario que daba una vuelta cada 4 años. Este
estaba dividido en 4 franjas que indicaban como año: primero, segundo, tercero
o cuarto; y por fuera de cada uno de estas franjas se encontraban inscritos los
diferentes juegos panhelénicos que se realizarían en dicho año.
Este
curioso matiz nos demuestra lo ligado que puede llegar a estar la Astronomía
con el día a día de una sociedad en algo tan importante como los Juegos
Olímpicos reflejados en uno de los primeros planetarios computarizados del
mundo.
Porque,
si pensamos fríamente, este, no debía ser el primero en realizarse, debido a su gran elaboración,
su complicado aparato interno, con casi toda seguridad alguien giró la manija
mucho antes al de esta máquina, pero, ¿quién?
Cicerón también dijo en
De Natura, que otro de estos dispositivos fue construido recientemente por su
amigo Posidonio,
“... cada una de las revoluciones de las cuales trae el mismo movimiento en el Sol y la Luna y las cinco estrellas errantes (planetas) son como el que es traído cada día y noche en los cielos...”
Debemos
resaltar que, en cada celda del calendario, se encuentra el nombre del año y
mes que marcaría la aguja, un hecho fundamental si queremos establecer de donde
proviene tamaña construcción. Los historiadores saben que cada ciudad griega
tenía su propio calendario con distintos meses o los mismos pero cambiados de
orden. Esto, es crucial y nos lleva hasta Corinto o alguna de sus colonias, y,
en una de ellas, se encontraba el hombre con el que empezó este relato, aquel
que hizo volar barcos gracias a gigantescas grúas o incendiar ejércitos enteros
con lupas solares, su nombre, Arquímedes, y su ciudad, Siracusa.
Y esta, es su historia….
El Enigma de Antikythera.
Con tan sólo 33 cm
altura, 17 cm ancho, 9 cm de fondo, el Mecanismo de Antikythera
“fue una especie de sucesor de los menhires y los círculos de piedra prehistóricos”, explicó el astrofísico griego Xenophon Mussas.
Epílogo
Como resumen expondré
brevemente que funciones cumplía el dispositivo y las preguntas que quedan sin
responder.
Se trataba de un
dispositivo portátil con las siguientes características:
·
Indicaba la posición exacta del Sol en
el Zodiaco.
·
Indicaba el día del año.
·
Indicaba la posición exacta de la Luna
en el Zodíaco.
·
Con casi toda probabilidad mostraba la
posición de los planetas.
·
Predecía los meses y las horas en que se
produciría un eclipse, de qué tipo era y si sería visible o no.
·
Indicaba, además, como corregir por 8
horas la predicción de los eclipses en un ciclo de 54 años.
·
Indicaba el mes del calendario
Luni-Solar, indicando qué años tenían 13 meses y cuáles 12, qué meses tenían 29
y qué otros poseían 30 días, además de qué día debería ser omitido.
·
Además, nos señalaba que día debía ser
corregido en un calendario de 76 años.
·
Para finalizar, nos informaba sobre los
juegos que haría cada año.
Tras todo este atajo de
datos, nos quedará en la mente, una cuestión ineludible, ¿qué implicación tiene
semejante descubrimiento? ¿Por qué si semejante tecnología estaba disponible no
se produjo una revolución equiparable a la de hoy en día? ¿Para qué crearon
exactamente la máquina? ¿La hizo algún discípulo de Arquímedes? Si se hicieron
varios, ¿por qué sólo poseemos uno?
Son demasiadas
preguntas que tendrán que responder los investigadores, y puede, que todo esto empezara en Octubre de 2012, cuando, el arqueólogo Brendan P. Foley, arqueólogo marino del Instituto Oceanográfico
de Woods Hole (EE.UU.), decidió varias décadas más tarde bajar al fondo marino,
con la esperanza de encontrar pistas que desvelen estos y otros secretos. ¿Será
verdad como él cree que haya varios pecios en lugar de uno?
No podemos estar seguros,
pero como sabemos, y hemos visto, los hechos que ocurren una vez son proclives
a acontecer más veces.
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