Una Vida sin Fin


Corría el año 2005, cuando sucedió un acontecimiento que marcaría el devenir de mi familia. Concretamente todo ocurriría el 20 de Noviembre, un día antes del cumpleaños de mi querida abuela. No se me olvidará en la vida aquella llamada en torno a las 21:15 que paralizaría mi corazón y el de mis padres… Recuerdo, no creo que me equivoque por lo que me marcó, que dicho día estaba viendo el partido que disputaban el Deportivo de A Coruña y Racing de Santander, ambos con su indumentaria correspondiente y claro está en horario de partido del plus. Estando tirado en el sofá disfrutando del partido, sonaría el teléfono y acabaría mi felicidad. Rápidamente lo cogí.
-¿Hola, quién es?- Pregunté como tantas otras veces.
-Juan, está tu padre por ahí, dile que se ponga por favor-. Atinó a decir con voz temblorosa mi querido abuelo. Corrí a llevarle el teléfono a mi padre como me había dicho, sin que aún pudiera mi mente imaginar lo que se avecinaba. Mi padre lo cogió, teniendo una pequeña conversación con mi abuelo, a la que estuve pendiente. Rápidamente colgó y empezó a vestirse. Sólo acertó a decirle a mi madre cuando está le preguntó sobre lo que pasaba.-Mi madre, Charo, mi madre-. Con la mayor celeridad con la que pudo se vistió y salió escopeteado hacia casa de mis abuelos. Poco más tarde sabría que mi abuelo, se había encontrado a mi abuela tirada en medio de la habitación y no daba señales de vida, y que tras llamar a la ambulancia, llamó a mi padre para que acudiera a la llamada de socorro. Mi abuela se debatía entre la vida y la muerte, acababa de sufrir un derrame cerebral, lo que yo no sabía es que quizás ese acontecimiento cambiaría todo lo que debió de ocurrir.
Tras pasar un par de días mi padre no era para nada optimista, la cosa estaba muy mal, parecía que mi abuela había sido vencida, yo estaba realmente destrozado por las noticias que iban llegando. Fue en esa noche del 22 de Noviembre, la segunda que ella pasaba hospitalizada cuando hice la promesa. Desesperado por recuperar a mi abuela, pedía a Dios o como queráis llamarlo, que le diera una oportunidad, que le diera una venia para que pudiera verme crecer un poco más al menos hasta que mi hermano cumpliera los 18, estando ahí medio llorando, en la oscuridad de la noche pedí que lo hiciera extensible a todos mis abuelos, que al menos pudieran disfrutar ellos de nosotros unos años más y por supuesto nosotros de ellos. Todo lo que hice en ese entonces fue de corazón, con mi más buena intención. ¿Un error? No lo sé, es difícil a estas alturas distinguir acierto de error, os podría responder para ambas partes, pero las cosas pasaron así porque debían de ser así, y no habría que darle más vuelta, lo cierto es que tras ese día mi abuela fue mejorando, hasta el punto que aunque nunca llegaría a recuperarse por completo, todo hasta cierto punto volvía a ser como antes.
Mis padres tuvieron que anular el viaje a Praga que por aquel entonces habían planificado y que ya en el año 2003 había dado sus problemas, con la enfermedad grave, de mi otra y no menos querida abuela. Parecía que ese viaje estaba maldito, sin embargo todo iba a cambiar, o no…

Ya en 2012, y sin que absolutamente nadie supiera nada mis padres empezarían a planificar ese viaje que tantos quebraderos de cabeza había dado, ese que posiblemente y nosotros internamente etiquetábamos de maldito. No tuve noticia del viaje a Praga hasta un par de semanas antes de que se produjera, por supuesto a mis abuelos no le habían comunicado nada, y como me afirmaría mi madre, simple y llanamente por superstición. Así que finalmente el viaje se produciría a final de Junio, sin que ningún hecho relevante de ámbitos anteriormente comentado acaeciera. Una nueva coincidencia o no, de lo que posteriormente ocurriría.

Mi verano de 2012 estaba siendo simplemente estupendo, rodeado de amigos a todas horas, haciendo mil cosas, y otras tantas que me quedaban por hacer, contra pronóstico no había tiempo para el aburrimiento. Entre tanto, yo no estaba ni me encontraba al 100%, posiblemente por el verano que llevaba, de un lugar para otro sin parar, me sentía un poco cansado, pero bueno a pesar de ello todo iba bien. Sin embargo algo ocurrió. Fue a principios de Agosto cuando soñé un sueño que a muchos le parecerá normal, y recurrente, incluso para mí, pero en cambio esa vez me dio demasiada mala espina. Se trataba del habitual sueño de caída de los dientes. No era la primera vez que soñaba con él ni mucho menos, pero siempre habían sido pequeños movimientos de las piezas bucales, o caídas de un par de piezas, no más. Pero aquella vez fueron todos mis dientes, y para mayor dramatismo un rio de sangre salía por mi boca. Un mal presentimiento veía en él. Cuentan por diversos sitios que esos sueños están relacionados con los estados de ánimo, salud, de los que se dice que son por preocupaciones del día a día y que generalmente sirven como de advertencia. En cambio el sueño que yo había tenido iba más allá, contaban que representaban grandes enfermedades de familiares incluso del propio individuo, y que podría llegar a originar la muerte. Ciertas estas afirmaciones o no, a mí sin conocimiento de antemano de todas estas informaciones, me dio bastante escalofrío. Era tal ese mal augurio que a diversos amigos míos les conté la experiencia, cosa que realmente no hago pues pienso que los sueños es algo muy íntimo de la persona, no obstante di el paso. Claro estaba, ellos me dirían que sólo se trataba de un sueño cualquiera y que incluso ellos mismos lo habían tenido, que soñar con “dientes” era algo normal. Normal hasta cierto punto, pensaba, porque como ya dije anteriormente, yo mismo había tenido sueños parecidos con anterioridad, y ninguno con el pálpito que ese me dio. De todas formas escuché a mis compis, e intenté pasar página.

El tiempo empezó a darles la razón a mis queridos colegas, hasta que el sueño se me olvidó. De esta forma, pasaría el mes de Agosto hasta llegar el día 26. Un día especial sin duda, un día en el que 18 años antes había nacido mi hermanito. Un día alegre en el seno de nuestra querida familia.

Pero todo se iría al traste un par de día más tarde, una noticia caería como un jarro de agua fría. Mi querido abuelo, había sufrido un ataque al corazón y lo ingresaban en el hospital. La noticia me llegó horas más tarde de que ese hecho se produjera, ya que no fue hasta que mi madre llegó a casa tras el trabajo cuando me enteraría. Pese a todo, teníamos el convencimiento que había sido uno de los diversos achaques que de vez en cuando tenía y que en las próximas horas o par de días volvería a estar dando guerra y cuidando a mi abuela como había hecho durante los últimos siete años de su vida. Tras el primer mazazo, las noticias que iban llegando eran bastantes positivas, en cambio todo cambiaría tan sólo un día después, en el que sufriría no uno si no dos achaques más, parecía que su corazón estaba llegando al límite y empezaba a pararse. Mi padre, en casa nos trasmitía una negatividad inusual en él en estos temas, esta vez no era como las anteriores veces, era diferente, mi abuelo tenía ya 88 años, cerca de cumplir los 89, y los últimos años al cargo de mi abuela habían deteriorado su salud a marchas forzadas, una salud que ya estaba resentida desde que años antes, cuando yo era aún muy niño sufriera un par de infartos más.
Yo jamás perdía la esperanza y sabía perfectamente que mi abuelo se recuperaría de esa crisis como en ocasiones anteriores. En el horizonte se encontraba nuestro viaje a Irlanda y eso hacía aún más que el deseo de verlo totalmente recuperado fuera mayor. Faltaba solo días para que nos fuéramos, concretamente el 5 de Septiembre, y tal como estaba la cosa, parecía que no iríamos a ningún lado, al menos mi padre no iba a ir. Decidimos tener paciencia y ver como evolucionaba, de este modo el 30 de Agosto un día después de los dos últimos ataques iría a verlo, y ante mi sorpresa me lo encontré tan bromista como siempre, yo miraba a mi padre, que no se lo creía, seguramente pensara que sus ojos le mentían sobre la salud de su padre, pero no era así. Pese a tener todavía la mascarilla, mi abuelo contaba las historias de siempre y durante un par de horas, pude disfrutar de su compañía acompañado de mi padre, que se quedaría a pasar la noche con él. De este modo pasó el fin de semana, y finalmente los médicos decidieron retirarle la mascarilla y todas las cosas que pudiera tener aún conectado a su cuerpo. Por ende, y tras esta milagrosa recuperación, mi padre en la tarde del lunes decidiría viajar hacia Irlanda, por supuesto lo consultó con sus hermanas e incluso se lo dijo a mi querido abuelo para que este lo supiera. Mi abuelo, sin más preámbulo, asintió y comentó con mi padre que debía hacer lo que él creyera conveniente y así lo hizo. Mi padre pasaría su última noche junto a él en la noche del 3 al 4 de Septiembre, es decir, el paso del lunes al martes. Durante el trascurso de esa noche ocurriría un detalle gracioso y que de  no ser por otras historias pasaría desapercibido. Ocurrió que tras dormirse ambos, mi padre soñaba con gatos, un animal que a mi padre no le resulta nada gracioso ni adorable, tanto lo estaba viviendo que acabaría arremetiendo contra el pobre animalito propinándole una patada que fue a parar en realidad a la pata de la cama donde dormía mi abuelo. Mi padre despertaría por el dolor, tras golpear el hierro, y el movimiento hizo lo propio con mi abuelo, que asustado, preguntó a mi padre por lo que había pasado. Curiosamente, esa misma noche, no muy lejos de allí, en mi casa, yo soñaba con esos adorables animalitos, y a la mañana siguiente, ambos, tanto mi padre como yo nos enteraríamos de tan curioso sueño y del dolor de su pierna tras golpear al minino. Se despediría el martes por la mañana tras pasar la noche con él, lo que mi padre no sabía es que sería la última vez en su vida que este lo viera con vida…
El martes fue un día de preparativos, y por eso mi padre no pudo acercarse al hospital para ver a su padre aunque ya se había despedido, estoy seguro que le hubiera gustado. En cambio yo tenía muchas ganas de volver a verle antes de irme, así que tras descansar y hacer la maleta, decidí ir a verle. Me encontré a mi abuelo sentado, junto con una de mis tías, y como la vez anterior, empezamos a hablar jovialmente. Recuerdo como se metía mi abuelo con el tema de Cristiano y su tristeza, estuvo bastante gracioso, pero el tiempo pasaba y pronto pasaron varias horas, era de noche y debía despedirme de él. Así lo hice, y en cambio echando la mirada hacia atrás algo me decía que debía quedarme un poco más, pero allí lo dejé sentado...
A la mañana siguiente, partiríamos rumbo a Irlanda, sabiendo de antemano que posiblemente dieran de alta a mi abuelo en los próximos días. De este modo llegaríamos a nuestro destino y comenzaría lo que debía de ser una maravillosa aventura, en una nueva tierra por descubrir. La alegría iba a durar poco, tras la buena tarde del día anterior a las pocas horas de andanza por la ciudad de Dublín, en uno de sus parques, el móvil de mi padre sonó, era mi tía, mala cosa… Así fue como nos enteramos del estado de mi abuelo, al que le había vuelto a repetir lo que la semana anterior le había dado. Pero la cosa iba más allá, el médico había dicho a mis tías que los hermanos debían de ir reuniéndose por el probable desenlace final, que nadie creía ni quería. Fue un duro golpe, mi padre se puso pálido, y como pudo, yo mismo podía intuir, aguantó el llanto. Por mi parte estaba en estado de shock y mi primera reacción fue decirle a mi padre, que nada podíamos hacer ni en Jerez ni en Dublín, intentaba animarle, pero quizás me equivoqué, mi padre sólo me respondió:- Pero puede que sea la última vez que vea a mi padre vivo-. Luego se sentó en uno de los bancos del parque y allí nos quedamos recuperándonos de tan nefasta noticia. Conforme iban pasando los minutos me daba cuenta de que esta vez estaba todo perdido, mis piernas fueron perdiendo fuerza, temblaban, a duras penas, una vez que emprendimos el camino hacia una agencia de viajes para adelantar nuestro regreso lo máximo posible, podía mantenerme de pie. Fueron los instantes probablemente más duros de mi vida. Tras arreglar el regreso, que no podía ser antes del sábado y desplazándonos a Belfast, intentamos seguir visitando Dublín haciendo tripas corazón. Por mi parte, hubo unas cuantas veces que me apartaba, para intentar aguantar el llanto, no quería que mi debilidad por lo que estaba pasando contagiara al grupo, estábamos tocados. Una vez comimos, decidimos regresar al hotel y descansar. Me tiré en la cama y caí rendido.
Mientras dormía pude ver a mi abuelo en sueños, tuvimos una charla, la cual no recuerdo absolutamente nada. Él se hallaba tendido en la cama del hospital y yo me encontraba de pie a los pies de la cama entre esta y la silla donde debía situarse la persona que estuviera pendiente a él. Tras terminar de hablar, noté una fuerte patada en la espinilla, y desperté sobresaltado. La pierna me dolía. La patada había sido real, o eso pensaba, entonces, recordé el sueño de los gatos de días antes, y sorprendido vi las semejanzas. Luego, volvíamos a las andadas, esta vez estaba más recuperado, aunque no tenía muchas ganas de hablar con nadie. La charla que había podido mantener con mi abuelo daba vueltas y vueltas en mi cabeza, pero no había manera de recordar lo que habíamos charlado.
Al final del día las noticias no eran nada alentadoras, pese haber superado la crisis, mi abuelo empezaba a resentirse, no sentía las piernas, la circulación había empezado a fallar, y yo sabía que todo estaba perdido, solo quedaba rezar y esperar a que nos esperara para poder despedirnos de él. De esta manera terminaría el día. Al contrario de lo que os pueda parecer no me costó coger el sueño, en donde nuevamente volvería a tener un sueño parecido al de la tarde anterior. Me encontraba como flotando en una habitación, que identifiqué como la del hospital, podía observar un buen número de personas encima de mi abuelo, el cual pude ver se encontraba en un estado bastante precario, no pintaba nada bien lo que veía. Seguidamente, lo que atinaba a ver como tumulto de personas, los identifiqué sin poner caras como mi familia, es decir, mis tías, y primos que se encontraban con él. Pero de pronto la imagen cambió, mi familia se esfumó y quedó mi abuelo y a su vera aparecieron un par de doctores, a los que a mi parecer trataban de hacerle alguna prueba, de pronto todo se volvió vertiginoso a mi alrededor, ocurrieron numerosas cosas que no sabría decir, explicar, hasta que cesó y me encontré en frente de un féretro, y seguidamente este se cerró. Salí de la habitación donde me hallaba, la cual no conseguía identificar, no conocía, a través del umbral de la puerta podía ver unos bancos en los que estaban sentado parte de mi familia, sin identificar a nadie en concreto, excepto mi tío,  que se encontraba en el centro de todos ellos, y lucía un polo de tono anaranjado, tirando a rojo. Cuando el posó los ojos donde supuestamente yo estaba, las imágenes se esfumaron y una vez más desperté sobresaltado, con una sensación difícilmente descriptible de entre miedo, ansiedad e impotencia, eran las 6:00 am en Irlanda de viernes 7 de Septiembre.
No sé cómo expresarlo, pero a partir de ahí sabía que ese día acabaría todo, y sin embargo contra todo pronóstico no estaba demasiado desanimado, ni demasiado triste, sinceramente sabía que era cuestión de minutos, o pocas horas para el desenlace final. Empecé a creer seriamente en que los sueños anteriores había sido producto de mi propio abuelo para conmigo haciéndome saber que todo iba a ir bien y que de algún modo confiaba en mí para lo que venía, que debía mantener la calma para que sobre todo mi padre no perdiera la compostura. Ese día teníamos una excursión hacia los acantilados de Irlanda. Íbamos en autobús, yo sentado junto con mi hermano, y mi padre junto con mi madre en los asientos situados al lado del pasillo de los nuestros. Sobre las 9:30 am en España, 8:30 am en Irlanda, pude ver una serie de imágenes de mi abuelo tal y como yo lo conocí durante 20 años de mi vida, en distintos periodos, en distintos años, fue ahí cuando supe que ya todo había acabado. Pocos minutos después el móvil de mi padre sonaría, mi tía, no sabía cómo comunicarle la noticia a mi padre, por lo que tuvo que coger el móvil mi madre. Pude observar que mi tía no debía ser capaz de decir lo inevitable, y mi madre con un - Ha ocurrido-. La ayudó en su función de comunicárnoslo. Mi hermano dormía. Mi padre aguantó bravamente sin llorar, mientras mi madre con ojos llorosos le consolaba, sin embargo yo ni me inmuté, sólo intentaba que me miraran para que de alguna manera se sintieran más tranquilos. Enterarnos de aquella manera, quizás fue la mejor de las tantas que podían darse a tantos kilómetros de casa, a tantos kilómetros de él. Sentí un poco de pena por mi hermano, que dormía y de algún modo enterarse cuando despertara sería algo más duro. Y así ocurrió, mi hermano despertó me miro sonriendo pero no pude devolverle la sonrisa, buscó a mis padres, y sólo encontró a mi madre, mi padre estaba como aislado del mundo, sonriéndole mi madre intentó devolverle la sonrisa, quizás para hacer más normal la situación, sin decir nada sé que mi hermano intuía algo, pero nadie le dijo nada hasta que el autobús paró. Entonces mi padre se acercó y le dijo:- El abuelo-. Mi hermano respondió:- ¿Ha muerto?-. Mi padre sólo pudo asentir, le dio un beso en la cabeza y a mí otro, como era costumbre de mi abuelo hacer cuando nos veía. Mi hermano se echó a llorar desconsoladamente. Como pudimos, intentamos hacer la jornada de la forma más normal que nos fue posible. Podía ver a mi madre que me miraba como preguntándose qué me pasaba, intentando ver porque había reaccionado de aquella manera tan distinta de la que quizás cabría esperar. Ni yo mismo sabría decir, pero sentía a mi abuelo conmigo de algún modo los sueños que había tenido me habían ayudado ya fuera casualidad o no. Es curioso, como la gente se percataba de lo que ocurría pese a intentar disimular, nos decían en inglés “Happy, Happy”, incluso haciéndonos fotos, pasaban señoras que nos decían “Smile, Smile”, buenas personas esas.
Es curioso que tras estos hechos no volviera a soñar con mi abuelo. Necesitaba contarles a mis padres lo que había pasado, lo que había visto, pero algo me lo impedía por miedo, miedo a no ser creído o que sólo lo vieran como un simple sueño más y miedo por poder hacerle daño a mi padre con esas historias. Pero me moría de ganas de contarlo, pues sabía que de algún modo todo era cierto, todo era realidad.
Las desgracias no terminaron ahí para mi padre, ya que no sólo no estuvo ese día, sino que tampoco podría asistir al entierro de mi querido abuelo. Quizás no sea todo lo objetivo posible dentro de esta historia que influye a mi persona, pero no podría dictaminar si el modo ocurrido era más o menos cruel que otras formas, aunque sabía que sin lugar a dudas el que más estaba sufriendo era mi pobre padre. Las pocas vacaciones que tenía se habían estropeado por completo, él solo quería desconectar como cualquier persona después de un año intenso en su trabajo, y sin embargo se encontraba con esto. Quería a su padre con locura, habría hecho lo que fuera por estar ahí en ese duro momento y no lo estaba, es por eso, que creo, que mi abuelo consciente de aquel hecho necesitó de algún modo comunicarse con alguien, para hacer saber que todo iba a ir bien, y que todo lo que había que hacer por él, todo lo que yo y en concreto mi padre podía hacer por él ya lo había realizado en vida. Sinceramente pienso, que quiso librarle de ese mal trago, puede que si mi padre hubiera sido otra persona hubiera esperado, pero sé que él ya había disfrutado mucho, muchísimo de su hijo, y probablemente eso hizo que todo se desencadenara como acabó.
El viaje de vuelta fue aún más difícil a mi modo de ver para mi padre. Por lo que significaba ese día, el día en que su padre finalmente descansaría en la tierra, y una vez más no estaría presente. Aunque eso no fuera así sé que mentalmente si lo hizo, que jamás se separó de su padre, nunca lo dejó solo, siempre estuvo junto a él hasta el fin.
Mi mente en cambio daba vueltas y empecé a darme cuenta de cuantas coincidencias, casualidades que estaban ocurriendo, lo del viaje a Praga, la promesa de los 18, el sueño de los “dientes”, los gatos, mi abuelo… Era tan increíble todo… Finalmente llegamos a Málaga y a partir de ahí mis pensamientos y la de mis padres fueron a otras personas de la familia, que no sabíamos si habían sido avisados, entre ellos un primo de mi padre que vive en Australia, iba a ser un trago para todos difícil.
Llegamos a Jerez, y nos acostamos, estábamos destrozados, apaleados por el viaje, todo el día habíamos estado de un lado para otro, y sabíamos que el día siguiente sería difícil, caímos rendidos. De esta manera llegaría el domingo donde iríamos a ver el nicho donde se encontraba mi abuelo. Como es normal, mi padre se terminó de derrumbar allí mismo, y al poco de estar allí una de mis tías apareció y tras ella mi tío, y cuando lo vi todas las dudas que me quedaban, quedaron disipadas, tenía el mismo polo anaranjado, con tono rojizo que había visto en el sueño, él único claramente que reconocí como si mi abuelo lo señalara, como si me hubiera dicho, que mi tito, se ocuparía de todo en nuestra ausencia, tentado estuve de preguntar por si había llevado el mismo polo el día que mi abuelo se volvió eterno, pero no lo hice. Allí delante del nicho entre sollozos de unos y de otros mi tía nos contó lo sucedido, y para nuestra sorpresa, nos comunicaba que el primo de mi padre y por tanto de mi tía de Australia, había ido a ver a mi abuelo en principio como hacía de vez en cuando, pero que a su llegada, el viernes se enteró de todo lo ocurrido llevándose la desagradable sorpresa, también nos contó que otro de sus primos que prácticamente nunca habían ido a Jerez también se había acercado a la ciudad para hacer una visita a mi abuelo, nuevamente llevándose la mala noticia. Pareciera que todos lo hubieran presentido.
Mientras caminábamos a la salida del cementerio, mi tío contaba lo atento que mi abuelo estuvo hasta el final de todo lo que le rodeaba, de cómo la misma noche en la que al amanecer se produjera el desgraciado acontecimiento charlaba como era habitual en él, con su gracia, de las horas en las que acompañaba a mi abuela al servicio durante la noche, donde mi tío, solo pudo decirle, "por favor Antonio, duerma un poco, descanse". A mi hermano y a mí nos hizo gracia, y pese a las lágrimas echamos unas carcajadas, sabiendo que hasta el final había sido él mismo, que había sido feliz de ser quién era, que éramos felices de haber sido sus nietos.

Cuando todo se tranquilizó un poco, y tras una cena donde salieron las casualidades que se habían dado sobre el tema de los primos de mi padre, ya no aguanté más y les conté absolutamente todo lo que había vivido a mis padres, no sé porque, pero era tal la vivencia al contarlo que me faltaba el aire, todo mi cuerpo temblaba por un lado de emoción y por otra de tristeza al recordar todo lo pasado. Fue un gran desahogo para mí, todo lo que tenía que hacer todo el trabajo, estaba realizado, como mi mismo padre me comunicaría, diciéndome la fortaleza que yo le había trasmitido en los peores momentos y lo seguro que se sentía al estar a mi lado. Estoy seguro que todo gracias a mi abuelo.

Es curioso todo lo que está pasando, como mi abuelo el primer equipo de fútbol que conoció en Jerez fuera el Xerez Fútbol Club, que vestía a rayas negras y blancas verticales y calzonas negras y como el primer partido tras el fallecimiento de este mi Xerez Club Deportivo, su Xerez del alma, vestía de la misma manera como homenaje a dicho equipo ya extinto.
El encuentro fortuito que el pasado fin de semana tuvimos con el primo de Australia en la playa del Palmar, sin que nadie de nuestra familia supiera a ciencia cierta que había hecho tras el entierro, por donde andaba, y que en una playa tan grande, nos lo encontráramos y echáramos el día con él y que de su propia boca supiéramos de las casualidades que él también estaba teniendo.

Han sido tantas las cosas que hemos vividos juntos, que es inevitable pensar que no solo existiera entre nosotros un contacto físico, sino que este fuera más allá si cabe y se trasladara a apartados más mentales, telepáticos. Es casi imposible no pensar que exista algo más allá de este mundo, y que de algún modo en estos días este interfiriendo en nuestras acciones, en los acontecimientos, dándose las coincidencias que nos encontramos últimamente día a día.
Mi abuelo nació un 18 de Diciembre de 1923 al lado de la Ermita de San Telmo, donde siempre se encontró su cristo tan amado y admirado por él, no tuvo una infancia fácil, como tantos españoles en las primeras décadas del siglo pasado, tuvo que emigrar a Tánger tras quedar huérfano para sobrevivir a los tiempos difíciles de la década de los 20 y 30. De familia muy humilde, dio su vida al trabajo para mantener a una familia, llegando a trabajar en numerosos empleos a la vez, para tener más de un sueldo. Trabajó como empleado del ayuntamiento de Jerez, para el obispado, en la imprenta Jerez Industrial, uno de los creadores del equipo de fútbol con mismo nombre, o al menos eso siempre contó. Mi abuelo fue un luchador como tantos otros, sacó a delante a su familia como buenamente pudo, intentando hacer felices a cada uno de los integrantes de esta. Se trataba de un hombre que hacía familia, y lo daba todo por ella. Fue feliz viendo crecer a sus hijos primero y luego a sus nietos. Podría contar tantas cosas de él, tantas historias, pero eso puede que sea en otra ocasión. El viernes 7 de Septiembre sobre las 10:00 am dejó de existir. Con él murió una buena parte de mí, pero la paradoja de la vida hace que del mismo modo que eso ocurrió, no sólo conmigo sino con todos aquellos que le conocieron, también estas incluyo mi persona, recibimos algo a cambio y es que viva dentro de nuestros corazones. Mi abuelo significó para mí todo lo que significa la palabra abuelo para un nieto; amor, dulzura, familia, etc… Ese es el significado de la parte que murió con él y ese mismo es el significado que por siempre me mantendrá unido a él, la palabra ABUELO. Te echaremos de menos, te echamos de menos, siempre te querré y siempre te querrán los tuyos, por siempre, tu nieto Juan.
                        En Memoria de Antonio Macías Moyano, un buen amigo, un padre para mí y sobre todo el mejor ABUELO del mundo, Te Quiero.

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