Un Universo Lleno de Vida: Una verdad Incómoda
¿Quién
respira metano en Marte?
Con
esta intrigante pregunta numerosas revistas científicas así como gran
diversidad de la prensa mundial abrían sus portadas a principios del año 2009.
Teniendo en cuenta que el 90% del metano existente en el planeta Tierra,
nuestro planeta, proviene de actividad biológica y que tan solo un 10% lo hace
de manera geoquímica, no era tan descabellado como podría esperarse este
titular.
A
lo largo de cerca de una década numerosos científicos se dedicaron
exclusivamente a estudiar el origen, la procedencia de dicha emisión sin llegar
a ningún concenso. No obstante deberíamos de retroceder hasta los años 70 para
ver los primeros indicios que indicaban que en Marte existía metano.
“El metano invoca visiones de vida en Marte”, explica Sushil Atreya de la Universidad de Michigan.
Sin
embargo, las evidencias sólidas de metano marciano con espectroscopia infrarroja
sólo aparecieron hace nueve años. Concretamente fue en 2003, gracias a los
espectros obtenidos con el telescopio infrarrojo de la NASA en Hawai.
Los
datos de la ESA Mars Express, que comenzó a orbitar Marte en enero de 2004,
mostró signos de penachos de metano, pero no en los mismos lugares que mostró
el telescopio de Hawai. En 2006 se volvieron a realizar seguimientos, cuando la
órbita de Marte volvió a permitir la detección de metano desde el suelo. Sin
embargo tras una pausa de tres años,
todos los signos de metano habían desaparecido, como se informó en un artículo
de Science de 2009. La implicación es que el metano es un fenómeno estacional
que tal vez sólo coincide con los veranos en el planeta rojo, teniendo en
cuenta que un año marciano es algo menos de dos años terrestres y observando
que las emisiones de metano aumentan en el hemisferio norte del planeta cuando
es primavera y concretamente es donde se encuentra el mayor foco de emisión,
alcanzando su punto máximo en la estación veraniega marciana.
“En la Tierra la mayor parte del metano se hace biológicamente”, dijo Tullis Onstott de la Universidad de Princeton.
Los
microbios llamados metanógenos producen este gas de efecto invernadero como
parte de su metabolismo. Aunque es posible que organismos similares vivan en
los suelos de Marte, el metano marciano podría producirse geoquímicamente, sin
la necesidad de la vida. Onstott y sus colegas están construyendo un
dispositivo óptico para que en una futura misión “rover” pueda resolver el
misterio del metano marciano. El proyecto forma parte de la Ciencia y el
Desarrollo de instrumentos de Astrobiología, Tecnología y Estudios de la Misión
de síntesis (ASTID).
La
realidad es que ese metano tiene que proceder estrictamente de una de estas
tres posibilidades, o combinaciones de ellas, estas son las siguientes:
·
Emisión de origen volcánico.
·
Metano producido por alguna forma de
vida marciana hoy extinguida que quedó atrapado en el subsuelo y que ahora
aflora.
·
Metano procedente de seres vivos que
habitan aún hoy en el subsuelo marciano.
Ignasi Casanova,
geólogo planetario de la Universitat Politècnica de Catalunya, nos decía:
“Estos resultados convierten a Terra Sabae en una región prometedora para enviar allí una futura misión de exploración”.
Hasta
que se produzca ese acontecimiento, todo quedará en meras especulaciones, pero
teniendo en la mano los datos anteriores y poniendo de ejemplo nuestro querido
planeta como tanto les gusta a la gran mayoría de los científicos a la hora de
buscar vida más allá de nuestro apacible hogar, ¿Por qué no pensar que pueda
haber vida? O en otro caso ¿Por qué no pensar que Marte pudo albergar vida
allende los tiempos? No me parece tan descabellado pensarlo, de este modo,
pensando en H. Jay Melosh (profesor de Ciencias Planetarias de la Universidad
de Arizona y una de las máximas autoridades mundiales en el estudio de impactos
de meteoritos contra la Tierra), se me ocurre una alocada y recurrente idea,
aunque quizás querido lector cuando acabe su lectura no le parezca tan
improbable y mucho menos desconcertante esta posible verdad.
Hoy
en día existen dos hipótesis que intentan explicar el origen de la vida en la
Tierra:
·
Hipótesis terrestre:
Según la cuál los primeros organismos vivos habrían surgido y se habrían
desarrollado aquí, en la Tierra. Los defensores de esta hipótesis defienden que
la vida surgió por generación espontánea, a partir de materia inerte, animada
en virtud de unas condiciones físicas y químicas determinadas. Actualmente se
le conoce a esta teoría como abiogénesis, y para aquellos científicos que la
defienden, el surgimiento de la vida fue un hecho excepcional, único y
probablemente irrepetible en toda la historia del Universo.
·
Hipótesis extraterrestres:
Según la cual los primeros elementos orgánicos, o incluso los primeros
organismos primitivos, habrían surgido en algún otro lugar del espacio para
después “colonizar” tanto el nuestro como otros mundos, la teoría fue conocida
por el nombre de parspermia, la cuál no nos explica la aparición de la vida, ya
sea aquí o cualquier punto del cosmos, si no que traslada el problema a otras
cotas. La idea de la panspermia fue introducida por primera vez a principios
del siglo XX por el químico sueco Svante Arrhenius, y predice que los
organismos más sencillos abundan en el espacio, se desplazan por él y van
“colonizando” los planetas que encuentran a su paso.
Una nueva
investigación, basada en simulaciones por ordenador, sugiere la posibilidad de
un proceso llamado transferencia débil, por el que objetos sólidos pueden
deambular poco a poco fuera de la órbita de un cuerpo celeste, como un planeta,
para terminar en la órbita de otro, aumentando las posibilidades de que este
proceso dé lugar a un intercambio de elementos básicos para la vida o, quizás,
incluso de microorganismos.
La investigación se
basa en los principios desarrollados por el conocido matemático de la
Universidad de Princeton Edward Belbruno:
“Nuestro trabajo dice lo contrario de la mayoría de los trabajos anteriores”, dice el científico. “La litopanspermia (del griego: lithos = piedra, pan = todo, esperma = origen), podría ser un fenómeno muy probable, y este puede ser el primer estudio que lo demuestra. Si este mecanismo es cierto, tiene implicaciones para la vida en el conjunto del Universo. Esto podría haber ocurrido en cualquier parte”.
“Nuestro estudio no prueba que la litopanspermia que realmente sucedió, pero indica que se trata de una posibilidad abierta”, indica Amaya Moro-Martín, del Centro de Astrobiología CSIC-INTA y la Universidad de Princeton.
Ciertamente la
parspermia serviría para aclarar unas pocas preguntas de las muchas que se abrirían
ante nuestros ojos, no obstante es una probabilidad que esta ahí, cada día
cobra más fuerza ante la imposibilidad nula de reproducir, incluso de teorizar
la abiogénesis la cuál probablemente con el tiempo sea desechada, ya que como
Pascal demostró en el siglo XVII, la vida no se puede generar espontáneamente,
aunque muchos científicos para no romperse la cabeza propusieran lo que
llamaron “caldo primigenio” según el cuál dándose una serie de condiciones se
crearía materia orgánica que daría más tarde lugar a organismo unicelulares que
mediante la evolución llegaría a dar organismos complejos, llamados
pluricelulares. Sin embargo hasta la fecha no se ha descubierto los pasos
previos en este gran salto que tuvo que darse entre la materia inorgánica y la
materia orgánica, ya que como propuso Darwin, todo lleva su proceso y va
evolucionando según las condiciones que se le presente, puesto que aún esta
vigente con ciertas excepciones, ¿dónde se encuentra ese eslabón? ¿Se trata ese
eslabón que falta los virus y retrovirus? Resulta más fácil pensar que la vida
se originó en algún punto del vasto Universo en el que nos encontramos y que de
algún modo llegara a la Tierra, y gracias a las condiciones que en ella se dan
la fecundara y se expandiera irremediablente a cada uno de los rincones de
estas por extraño y difícil que fuera su proliferación en algunas de sus
partes. De este modo atendiendo a los recientes estudios sobre la parspermia,
podríamos echar una mirada a nuestro, ¿muerto? Hermano planetario y ver si al
menos antaño podría haber albergado vida en su seno.
La formación de Marte,
debió darse unos cuantos millones de años antes que el de nuestro planeta
debido a que es un tercio más pequeño que el nuestro (se cree que alcanzó su
tamaño total sólo dos millones de años después del nacimiento del Sistema),
aunque eso no quita que tras su formación tuviera periodos muy violentos que
pudieron hacer que su fisonomía cambiara por completo del primigenio planeta.
En la actualidad el planeta rojo posee una atmósfera muy tenue, debido a que su
campo magnético está tocado de muerte, pero en un principio todo hace pensar
que este tenía uno bastante semejante al que nosotros tenemos en la actualidad
en nuestro planeta. La presencia de antiguos lechos secos de lo que una vez
fueron ríos caudalosos y la presencia de minerales que sólo se forman con el
agua indican que el planeta tuvo, en algún momento, una atmósfera, y que su
temperatura fue lo suficientemente cálida como para permitir la existencia de
agua líquida sobre su hoy polvorienta y árida superficie. Esto hace más que
reafirmar que hubo un día en que el planeta rojo poseyó una potente
magnetosfera que lo protegía de los peligros del espacio exterior, y de hecho
se tuvo que dar esta circunstancia durante cientos, puede que incluso miles de
millones de años. Pero algo sucedió en aquel planeta “gemelo” al nuestro, algo
que borró su magnetosfera de un plumazo y de esta forma la atmósfera que
pudiera tener fue expulsada al exterior y del mismo modo ocurrió con el agua, se
evaporó y finalmente siguió los pasos de los gases que componían su rica
atmósfera, y con ella toda posibilidad de vida.
El culpable de esta
herida mortal no es otro que el astro que nos alumbra y nos da calor, gracias
al cual en parte se da la vida aquí, en la Tierra. Una de las numerosas
tormentas solares que cada día nos golpea (de hecho todos los planetas, sin
excepción, de nuestro sistema son azotados regularmente por el viento solar,
una auténtica e inagotable corriente de gases cargados eléctricamente que
fluyen de forma continua desde la superficie del Sol al espacio circundante),
hizo de algún modo que los vientos solares llegaran con tanta potencia y de
manera tal que golpeara en el punto más débil de la ancestral magnetosfera a
nuestro planeta hermano y de este modo la barrió de un plumazo.
La misión MAVEN, que se
lanzará entre el 18 de noviembre y el 7 de diciembre de 2013, podrá decirnos,
midiendo la proporción de isótopos de hidrógeno, cual fue aproximadamente la cantidad
de agua que se perdió de esa forma, así como la cantidad de atmósfera que se ha
ido perdiendo en el espacio desde el lejano día en que Marte perdió su campo
magnético.
Hasta entonces solo nos
quedará la certeza que hace mucho tiempo, Marte de algún modo se pareció a la
Tierra y que probablemente tuviera el potencial necesario para que se originara
vida en él, y que del modo descrito anteriormente se esfumó, aunque quizás no
del todo…
Mientras que esto
acontecía en un vecino rincón del espacio, la Tierra acababa de ver la luz de la
“vida”, habían pasado en torno a 150 millones de años desde que se formara el
sistema solar, pero para nada se parecía a lo que hoy podríamos llamar hogar,
incluso como cariñosamente la llaman en Sudamérica “La Pachamama” (Madre
Tierra), se trataba de un infierno incandescente golpeado violenta y
constantemente por grandes meteoros. Probablemente uno de tal magnitud que ya
formada la Tierra hizo que esta se rajara en dos y originara su hermoso
satélite que hoy conocemos como Luna. Tras este episodio que hizo explotar de
rabia a nuestra “madre” todo se calmó, la atmósfera primigenia debía de ser muy
densa de tal modo que una vez que el planeta se enfrió cayó sobre la superficie
un gran diluvio que creó los “ancestros” de nuestros océanos, y tras otros
cuantos millones de años más tarde surgió como por arte de magia la vida.
La forma de vida más
antigua de la que se tiene noticia vivió hace más de 3.400 millones de años en
el oeste de Australia, en una Tierra en la que aún no había oxígeno. Se trataba de una serie de pequeños organismos descubiertos por un grupo de investigadores
de las universidades de Western Australia y Oxford en rocas sedimentarias de la
región de Pibara. Esto no quiere decir que la vida surgiera en esa época si no
con toda probabilidad unos pocos millones de años antes, de todos modos tenemos
un dato cuanto menos importante, como mínimo la vida surgió en la Tierra 1100
millones de años más tarde de su creación.
“Estos fósiles microscópicos -asegura David Wacey, de la Universidad de Western Australia y autor principal del estudio- proporcionan pruebas convincentes de células y bacterias que vivieron en un mundo sin oxígeno hace más de 3.400 millones de años”.
Entre otras pruebas,
los investigadores encontraron también diminutos cristales de pirita, un
compuesto de hierro y azufre también conocido como "el oro de los
locos" y que es un producto de la metabolización del azufre.
Sin duda alguna se
trataban de lo que hoy llamaríamos organismos extremófilos. Es
más hoy en día existen numerosas bacterias que se alimentan de azufre. Se trata
uno de los tipos de extremófilos que viven en su mayor parte en las
profundidades oceánicas, al calor de las chimeneas termales que calientan el
agua con el calor que se escapa del interior de nuestro planeta. Este hecho
empezó a crear cierto revuelo en la comunidad científica ya que muchos creyeron
ver la posibilidad de que este tipo de vida pudiera haber prosperado en
planetas parecidos al nuestro, como es el caso de Marte.
Desde que, hace casi
250 años, se determinó por primera vez que el oxígeno es un elemento
imprescindible para la vida, ningún científico, en ninguna parte, había
encontrado nunca un animal capaz de vivir sin él. Sin embargo, en la actualidad
conocemos que eso no es del todo cierto. Un equipo de científicos de Dinamarca
e Italia localizó hace un par de años, no uno, sino tres animales
pluricelulares diferentes que son perfectamente capaces de vivir y reproducirse
en sedimentos anóxicos (sin oxígeno) a 3.000 metros de profundidad bajo las
aguas del Mediterráneo. Algo que cambiaría para siempre los libros de ciencia, ¡seres
pluricelulares capaces de vivir sin oxígeno! Hasta ese momento solo se tenía
constancia de tal proeza en unos pocos microrganismos unicelulares, bacterias y
como no los virus. A raíz de la noticia numerosos medios concluían de la
siguiente forma:
“A partir de ahora se abre un largo camino de posibilidades y de trabajo ante los investigadores. Una cosa, sin embargo, es segura: nuestra comprensión sobre la vida y sus posibilidades jamás volverá a ser la misma.” ABC en 7 de Mayo de 2010.
La vida en la Tierra
nunca nos dejará de sorprender. Certezas, que hasta hace unos pocos de años se
catalogaban como verdades, están siendo derrumbadas gracias a nuevos
descubrimientos de algunos inconformistas que de algún modo, vieron más allá de
las numerosas imposiciones que aun hoy en día, se da por parte de la ciencia.
Hasta hace bien poco la
“química de la vida” estaba rigurosamente delimitada por una cuidadosa
combinación de los mismos seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno,
nitrógeno, fósforo y azufre. En forma de ADN, grasas y proteínas. En cambio, una
cepa bacteriana, la GFAJ-1, que ha demostrado ser capaz de sustituir en sus
moléculas, incluido el ADN, uno de los seis ingredientes fundamentales, el
fósforo, por el que se considera como uno de los peores y más dañinos venenos
que existen, el arsénico. Algo que, según los científicos, constituye una
prueba palpable de que la vida puede desarrollarse de formas muy distintas a
las que conocemos.
“La vida -reza el artículo de Science- está mayoritariamente compuesta por los elementos carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo. Pero a pesar de que estos seis elementos forman los ácidos nucléicos, las proteínas y las grasas, y por lo tanto la mayor parte de la materia viviente, resulta teóricamente posible que algunos otros elementos de la tabla periódica puedan desempeñar las mismas funciones. Aquí describimos una bacteria, de la cepa GFAJ-1 de las Halomonadaceae, obtenida en el Lago Mono, en California, que ha sustituido el fósforo por el arsénico para sustentar su crecimiento. Nuestros datos revelan la presencia de arseniato en macromoléculas que normalmente contienen fosfatos y, más notablemente, en ácidos nucleicos y proteínas. La sustitución de uno de los mayores bioelementos puede tener una gran relevancia geoquímica y evolutiva”.
“La vida como la conocemos -explica Anbar del Instituto de Astrobiología de la NASA en Menlo Park, California- requiere unos elementos químicos concretos y excluye otros. ¿Pero son esas las únicas opciones? ¿Cómo de diferente puede ser la vida?”
¿Cómo de diferente
puede llegar a ser la vida? Una cuestión que por más que me empeño no deja de revolotear
por mi cabeza, negando tajante y rotundamente lo que siempre se nos ha dicho,
la vida debe estar basada en el carbono, debe tener como sustento el agua y de
algún modo relacionada con el oxígeno.
Querido lector únicamente
intento hacerle reflexionar sobre la probabilidad no muy descabellada de vida
en otros mundos, y quizás probablemente en nuestro planeta vecino Marte.
Hacerle ver que no siempre es blanco o negro, si no que existen ciertos matices
grises, negruzcos que aclarar. Poniéndole de ejemplo lo que existe en la Tierra
como tanto les gusta a los científicos, para hacerle ver que pueden existir
otras formas de vidas distintas a la nuestra. Incluso escasos meses antes de
estas publicaciones, en 2009 se llegó a comentar la posibilidad del descubrimiento
de las primeras bacterias extraterrestres, para luego, como siempre pasa,
esfumarse en el recuerdo de aquellas personas que leímos la noticia, y
constantemente me pregunto, ¿qué pasó? No existen datos, no hay información
pero para que pueda comprobar que es cierto lo que digo, les proporcionaré la
información a continuación.
Tres
nuevas especies de bacteria, previamente desconocidas en nuestro planeta,
acaban de ser descubiertas en la estratosfera terrestre, a una altitud
comprendida entre 20 y 41 km, por un equipo de científicos de la Organizacïón
India de Investigaciones Espaciales (ISRO).
Capaces
de sobrevivir a esa altura, donde la atmósfera se confunde con el espacio
exterior, las tres han demostrado ser extraaordinariamente resistentes a la
radiación ultravioleta, lo que abre diversas interrogantes sobre su
procedencia.
Bautizadas
como Janibacter hoylei, Bacillus isronensis y Bacillus aryabhata, los tres
organismos fueron recolectados por medio de dieciséis cilindros de acero,
esterilizados previamente, que recolectaron muestras de aire a diferentes
alturas entre los 20 y los 41 km y fueron soltados después en paracaïdas para
ser recogidos y analizados de forma independiente por dos grupos de cientïficos
del Centro de Biologïa Celular y Molecular de Hyderabad y del Centro Nacional
de Biologïa Celular indio.
Ambos
laboratorios llegaron a las mismas conclusiones, y descartaron que las
bacterias pudieran proceder de algún tipo de contaminación de los cilindros con
organismos terrestres.
En
total, fueron detectadas doce colonias bacterianas diferentes, nueve de las
cuales presentaban más de un 98 por ciento de similitud genética con otras
previamente conocidas. Pero tres de esas colonias, llamadas PVAS-1, B3 W22 y B8
W22, resultaaron ser completamente nuevas.
Los
investigadores al frente del experimento, que fue dirigido por U. R. Rao y P.
M. Bhargava, no descartan que las bacterias puedan proceder del espacio
exterior aunque, según sus palabras "el presente estudio no puede
establecer de forma concluyente el origen extraterrestre de estos
microorganismos". Diario ABC, 17 de Marzo de 2009.
Después de todo no
resultan tan improbable que exista o al menos existiera vida en nuestro vecino
cósmico. Son numerosos los estudios los que nos dicen que la época dorada del
planeta rojo llegó a su fin hace unos 3500 millones de años, convirtiéndolo en
un inhóspito lugar. Sus mares y ríos se secaron y su clima cálido y húmedo se
tornó frío y seco. Si hubo vida, con casi toda seguridad se extinguió, o no… La
Mars Reconnaissance Orbiter, descubrió en algunas de sus regiones pobladas de
calderas de extintos volcanes, gran cantidad de sílice hidratado, una prueba
fehaciente que demuestra que en aquél tiempo lejano allí existía agua en
abundancia. Y el hecho de que esos montones de mineral estén situados alrededor
de antiguas calderas, proporciona la mejor de las evidencias de que lo que se
ha encontrado son el depósito intacto de un ambiente hidrotermal, un lugar
donde el calor y la humedad habrían podido sostener primitivas formas de vida.
Se trata, de hecho, del mismo tipo de escenario que supuestamente aquí, en la
Tierra, proporcionó el tipo de habitat adecuado para los primeros organismos
vivientes.
“El calor y el agua que se requieren para crear esta clase de depósitos probablemente hizo que esta zona fuese habitable -asegura J.R. Skok, autor principal de un artículo en Nature Geoscience-. Si la vida existió allí, este podría ser un lugar prometedor para encontrar su tumba, algo así como un cementerio microbiano”.
“Marte se estaba secando -afirma Skok-, y ésta fue una de las últimas zonas hospitalarias en un Marte que se secaba y enfriaba”.
Hoy en día la búsqueda
de vida actual en Marte se centra bajo su superficie donde el agua caliente que
pudiera poseer aun el planeta, quedara confinada en el subsuelo y surgir
durante breves periodos hasta la superficie.
“El hecho de que los hábitats superficiales duraran poco tiempo - afirma Bethany Ehlmann- no significa que debamos ser pesimistas sobre las posibilidades de vida en Marte, sino que nos dice mucho sobre qué clase de ambiente deberíamos buscar. Los hábitats más estables de Marte, los de mayor duración, parecen haber prosperado bajo la suerficie. En la Tierra, los ambientes geotermales subterráneos tienen ecosistemas muy activos”.
Descartando la
posibilidad de que hoy en día exista vida en tan inhóspito paraje, no hay que desechar
una vez más los años dorados que nuestro planeta hermano tuvo. Una vez más nos
encontramos ante la tesitura de la pregunta recurrente casi inicial que me hacía,
¿somos todos marcinos? Sería muy descabellado por mi parte afirmar con un
rotundo sí sin tener pruebas evidentes en la mano, pero amigos míos puede que
las haya.
A principios de 2011, saltaba de nuevo la noticia. Richard
Hoover, un prestigioso científico de la NASA, aseguraba haber descubierto
fósiles de antiguas especies alienígenas tras analizar los restos de varios
meteoritos.
El artículo de Richard
Hoover, investigador del Centro Espacial Marshall, de la NASA, explica que:
“los complejos filamentos hallados en el interior de los meteoritos son los restos de microfósiles indígenas de cianobacterias y otros procariotas (células sin un núcleo bien definido)”. “Dichos filamentos -escribía Hoover- fueron encontrados en piedras recientemente fracturadas y se observa cómo están agarradas a la matriz de la roca del meteorito de la misma forma en que comunidades de cianobacterias terrestres acuáticas crecen en los sedimentos de barro o arcilla”.
“Estas bacterias fosilizadas -dice Hoover en su artículo- no son contaminantes terrestres, sino restos fosilizados de organismos vivientes que existieron en los lugares de origen de estos meteoritos, por ejemplo cometas, lunas y otros cuerpos celestes". "Las implicaciones -añade- son que la vida se encuentra por todas partes y que la vida en la Tierra pudo llegar de otros planetas”.
La caja de pandora
estaba abierta. Toda la comunidad científica apaleó a Hoover y a la revista en
la cual se publicaron sus estudios. La NASA, hizo público un comunicado, firmado
por Paul Hertz, director científico del Science Mission Directorate de la NASA
en Washington, en el que decía que la agencia:
“no puede estar detrás, o apoyar un hallazgo científico a menos que haya pasado el proceso de “revisión por pares” o haya sido examinado a conciencia por otros expertos cualificados”.
“Este artículo -prosigue el comunicado- fue enviado ya en 2007 al International Journal of Astrobiology. Sin embargo, el proceso de revisión por pares no se completó. La NASA desconoce por completo la reciente presentación del artículo a Journal of Cosmology y su consiguiente publicación. Otras preguntas y cuestiones deberán ser dirigidas al autor del artículo”.
Apenas unas horas
después intervenía también Rocco Mancinelli, el editor de International Journal
of Astrobiology (la revista a la que Hoover había presentado su trabajo en
2007) para corregir el comunicado de la NASA y asegurar que el artículo sí que
había pasado el proceso de revisión por pares, y que había sido rechazado.
Si bien todos culpaban
a Hoover y la revista, nadie hasta la fecha tampoco ha podido demostrar que los
estudios del propio Hoover estuvieran equivocados ya que no existe ninguna
investigación lo bastante seria para demostrarlo.
Sin embargo no es la
primera vez que una noticia como esta sale a la luz pública. En 1996, la
agencia espacial norteamericana proclamó a los cuatro vientos que se habían
encontrado restos de vida orgánica en el interior de un meteorito procedente de
Marte, el ALH84001.
El propio presidente de
los Estados Unidos, Bill Clinton, pronunció un discurso “histórico” el 7 de
agosto de aquél año para celebrar el acontecimiento.
“Este es el producto -dijo entonces Clinton- de años de exploración y meses de estudios intensivos por parte de algunos de los científicos más prestigiosos del mundo”.
Menos de dos años
después, la revista Science publicaba un estudio que demostraba que la NASA se
había equivocado y que una buena parte de los restos detectados en el meteorito
marciano eran producto de la contaminación por parte de organismos terrestres.
Como siempre una vez
más silencio, nada más se ha vuelto a saber sobre uno u otro caso. Pero no deja
de ser extraño que los primeros indicios de vida en la Tierra fueran hace unos
3400 millones de años, justo poco después del declive del planeta rojo que se
postula en torno a hace 3500 millones de años, cuando recordemos, su
magnetosfera fue barrida por los vientos solares y con ella toda la atmósfera y
probablemente vida que pudiera albergar. De este modo Marte quedó desnudo ante el
basto Universo y probablemente numerosos meteoros y cometas que antes hubieran
desistido en la posibilidad de impactar contra su superficie, ahora sin
oposición alguna lo haría. Debido a la escasa gravedad del planeta rojo, no
haría falta una gigantesca de estas rocas ambulantes para hacer saltar por los
aires el material que en su superficie pudiera tener. Es probable que en esos
primeros instantes de desprotección en los primeros miles de años tras este desastroso
suceso para él, un gran meteoro o varios se precipitaran contra su piel y esta
saltara al espacio llevando consigo ingente número de materiales entre los que
se encontrarían con casi toda probabilidad el agua y la propia vida.
Hace 3400 millones de años
vivían en la Tierra unos microrganismos que se alimentaban de azufre, puede que
esa fuera la vida que 100 millones de años antes nos legara nuestro querido
hermano cósmico, o puede que incluso fuera unos organismos invasores que
empezaron a filtrar el oxígeno como combustible contaminando la atmósfera del
planeta Tierra y acabando con la vida primigenia que en ella se encontraba. Se
tratan de numerosas cuestiones que probablemente pudieron darse, ¿marcianos? ¡Porqué
no! Hace varios miles de millones de años, un pequeño organismo unicelular
empezó a usar oxígeno como fuente de energía. ¿Quién sabe si de algún modo
provenía de Marte?
La pregunta por el
momento queda sin respuesta. No obstante en el planeta al que llamamos Tierra
existen unos seres curiosos que probablemente no pararan hasta encontrar la
verdad, aunque en muchas ocasiones sea acallada por los altos mandos que
dirigen este nuestro mundo. Ya han sido numerosas las misiones las enviadas a
Marte, entre las que se encuentras el Opportunity, el Spirit y el más grande y
actual de los "rovers" el Curiosity. En los próximos años las investigaciones se intensificarán,
pero quizás una cobre mayor importancia aquella que pueda tener la posibilidad
de descubrir vida actual o pasada en el planeta, y aún mayor sería ese
descubrimiento si estuviera esa forma de vida relacionada con la nuestra y
desde luego ese ingenio está siendo desarrollado por el MIT. Este tomaría muestras
del suelo marciano y sería capaz de aislar cualquier organismo viviente o resto
biológico que contenga ADN, para después separar el material genético y analizar
sus secuencias con las técnicas estándar.
“Es un disparo muy largo - concede Carr científico del MIT- pero si vamos a Marte y encontramos formas de vida que estén relacionadas con nosotros, podría ser que nuestro origen fuera marciano. O bien, si la vida empezó aquí, podría haberse transferido a Marte”.
“En ambos casos -concluye el investigador- estaríamos relacionados con la vida de Marte”.
De hecho, en
las pasadas fechas, se empezó ha hablar de que posiblemente los "rovers" y
diversas misiones enviadas a Marte no estuvieran correctamente esterilizadas y
que al contrario de lo que hemos ido proponiendo durante todo el artículo, la
Tierra, hubiera sido la cuna de todo. Aunque, quién sabe si ambos casos se
podrían haber producido y la vida escapara una vez más a su tierra natal para
fecundarla de nuevo, dejando atrás un mundo que a marchas forzadas a empezado a
resentirse de una enfermedad llamada Ser Humano.
Hemos recorrido tanto
espacio, tanto tiempo que nos hemos olvidado mirar en los lugares más cercanos
tanto en el espacio como en el tiempo, quizás todo se podría haber reducido a
un mero video que allá por los finales de la década de los 50 se emitía en
España, en un informativo riguroso y de un carácter puramente objetivo, en el
que se puede comprobar que el “generalísimo” encontró en su momento vida en
Marte.
Bromas a
parte, es imposible seguir pensando que en este Universo, digo más, en nuestra
Galaxia estemos solos. Teniendo en cuenta que en los más recientes estudios vislumbran que en uno de cada cuatro sistemas solares, existe un planeta al que nosotros probablemente
llamaríamos Tierra (para saber más leer: Un Universo Lleno de Vida: La Señal). Y si eso no es así…Cuánto espacio desaprovechado, ¿no
creen?
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