Tras los pasos de la Ilusión: Una estrella en el Firmamento



           “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. (…) Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén (...) Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; (...) Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”. (Mateo 2, 1-12).


       Entre estas palabras se encuentra escondida una a la que muchos no les mostraría gran atención en esta búsqueda constante a la hora del nacimiento de Cristo, pero que si exploramos quizás nos ayude porque no a acotar aún más si cabe dicha fecha, esa palabra es: estrella. ¿Qué vieron verdaderamente los Magos? ¿Fue una estrella o quizás otro evento del basto Universo? Ahora, lo analizaremos al detalle.

       En el Protoevangelio de Santiago se indica algo curioso. Herodes pregunta a los Reyes Magos sobre la estrella, los monarcas contestan:

          “Una estrella indescriptiblemente grande apareció de entre estas estrellas y las deslumbró de tal manera que ya no lucían y así supimos que un Rey había nacido en Israel”.

            San Ignacio de Antioquía se referiría a dicho acontecimiento como:

           “… un astro brillaba en el cielo, más que todos los restantes, su situación era inexplicable y su novedad causaba asombro… los superaba a todos por su resplandor… la gente se preguntaba de dónde venía este “objeto”, diferente de todos los demás”.

            He aquí las pocas referencias que podemos encontrar a nivel “histórico” de dicho acontecimiento, pues, si bien es conocido por todos, que aquellos únicos dos evangelios canónicos que tratan el nacimiento de Jesús, sólo Mateo trata el asunto y para poder apoyarnos y extraer alguna que otra conclusión debemos recurrir a textos no aceptados de manera oficiosa por la Iglesia Católica y Apostólica.
            Es por ello, las pocas referencias que se tienen, la cuestión que nos podría hacer pensar que dicho acontecimiento jamás ocurrió, pues de haberse producido y tenido la relevancia que podemos notar cuando trasladamos las palabras de Mateo cuando se refiere a ella como una marca, una señal inequívoca de algo grande, no hubiera pasado desapercibido en la historia como realmente ocurrió, no obstante, ningún hecho acontecido en nuestro pasado está libre de ser rebatido, por muy claro que históricamente esté documentado y es por ello que como posible que fue, pudo ocurrir, y por ello, se intentará sacar a relucir las posibles causas del evento si es que realmente aconteció.
            La primera persona que se preguntó por la verosimilitud de tales afirmaciones fue Orígenes de Alejandría, teólogo y exegeta más eminente de la primitiva Iglesia. Nacido en Alejandría, sobre el año 185, y de padres cristianos. Murió en la ciudad de Tiro, en el año 253, contando con 69 años de edad.

           “...yo creo que la estrella que apareció en Oriente era de una especie nueva y que no tenía nada en común con las estrellas que vemos en el firmamento o en las órbitas inferiores, sino que, más bien, estaba próxima a la naturaleza de los cometas... He aquí pruebas de mi opinión: se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la Tierra han aparecido astros de este tipo que presagiaban: revoluciones en el Imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo... Así pues, si es cierto que se vieron aparecer cometas o algún otro astro de esta misma naturaleza con ocasión del establecimiento de alguna nueva monarquía, o en el transcurso de algún cambio importante en los asuntos humanos, no debemos extrañarnos de que haya aparecido una nueva estrella con ocasión del nacimiento de una persona que iba a originar un cambio tan radical entre los hombres.”

            Sería años más tarde cuando Johannes Kepler a comienzos del siglo XVII, luego de que en 1604 observara una supernova en la constelación de Ofiuco precediendo a una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, trajera de nuevo a colación el relato de Mateo y propusiera una conjunción entre Júpiter y Saturno como la solución inequívoca al enigma. Investigando durante largo periodo de tiempo constató que en el año 7 a.C., habría habido un acercamiento de tales características a la cual por producirse en la constelación de Piscis daría la siguiente interpretación, que creyendo él en su tiempo se le podría dar; un nuevo gran Rey (Júpiter) traerá justicia (Saturno) está a punto de nacer entre los judíos (la constelación de Piscis).

            ¿Entonces, queda resuelto el enigma?
            No, sin lugar a dudas no. Teniendo en cuenta lo que sabemos hasta la fecha, Kepler para nada estaba equivocado en sus cálculos, la conjunción se produjo, a la par que concuerda con la fecha de nacimiento de Jesús de Nazaret, sin embargo, un acontecimiento de tal calibre era una minucia para astrónomos avezados en la materia en aquella época, acostumbrados a ver hechos parecidos al descrito a lo largo del tiempo en periodos cortos, es decir, un acontecimiento de lo más normal, corriente.
            Siendo no menos cierta la afirmación por la cual tampoco se podría negar rotundamente que no fuera esa la señal que se describe.
            De modo que tenemos dos fenómenos astronómicos en el tablero, por una parte un cometa y por otra una conjunción planetaria, ¿puede abrirse el abanico de posibilidades? Por supuesto, ante la incertidumbre que suscita la luz que se pudo observar en el firmamento en el siglo I a.C., podríamos y deberíamos abrir el abanico de posibilidades, a las que habría cuanto menos que sumar, las novas y supernovas. Además podríamos añadir otras posibilidades un poco más descabelladas.

·         Cometa: Alrededor del año 1304 el pintor italiano Giotto di Bondone, pintó su Adoración de los Reyes Magos y pintó la estrella de Belén en forma de cometa, posiblemente impresionado por la visión y el recuerdo del cometa Halley que pasó en 1301. Es por ello que hoy en día la representación más utilizada para representar lo que a partir de ahora catalogaremos como “la luz”, en belenes, películas, teatros, etc… Sea un cometa.
A vueltas con Halley, se trata del cometa más espectacular que pudiera verse desde la Tierra al menos conocido por el hombre, es por ello que lo más sensato es pensar que de haber sido un cometa fuera este, sin embargo, encontramos un pero, se trata del hecho en sí mismo, el cual se concluye que en el mejor de los casos el cometa pasó por la Tierra en torno a los años 12-10 a.C., por lo que no concuerda con los posibles años del nacimiento del mesías, 7-5 a.C.. (Para saber más, leer: Tras los pasos de la Ilusión: Año 0) Por lo que queda descartado. Hipotéticamente podría existir como hemos hablado un cometa no inscrito en la lista de conocidos, es más, existen ciertos indicios de la aparición de otros dos cometas entre los años 6 y 4 a.C., que pudieron ser visibles desde Oriente, ¿podría tratarse de estos enigmáticos cometas “la luz” que se observo? Sí, aunque existe un pero, se trata de su brillo, ya que incluso tratándose del Halley tampoco tendría un brillo suficiente como para suscitar el interés de astrónomo alguno e incluso el acontecimiento en sí que se trata, el cual nos dice que “la luz” guiaba e incluso llegaba a pararse. Para rematar la faena, concluyamos, diciendo que, en la antigüedad los cometas eran vistos como señales que anunciaban muerte y destrucción, y no como heraldos del nacimiento de un rey o de un dios.

·          Conjunción planetaria: Como hemos nombrado anteriormente, la conjunción que más papeletas tendría para llevarse el premio ganador es la que propuso Kepler, Júpiter y Saturno. Esta pudo ser observada entre los meses de Mayo y Diciembre del año 7 a.C. Los “pasos” de Júpiter sobre Saturno se produjeron el 29 de Mayo, el 30 de Septiembre y el 5 de Diciembre de ese año. Una danza un tanto particular.
Otro acontecimiento de este calibre sucedería poco después, el 6 a.C., entre los planetas Marte, Júpiter y Saturno sucediendo una vez más en la constelación de Piscis.
Sin embargo, la que seguramente fue la más brillante de las conjunciones planetarias de esa época fue la que se produjo entre Venus y Júpiter en la constelación de Leo el 12 de Agosto del año 3 a.C. Los dos planetas brillaron ese día extraordinariamente cerca el uno del otro. Y cuando Venus se retiró, Júpiter permaneció junto a Leo por lo menos durante diez meses más, sumando su brillo al de la estrella. Si el encuentro de los tres Reyes Magos con Herodes se produjo durante la primavera del 2 a.C., las fechas encajarían a la perfección. De hecho, tras su primer encuentro y después de que Júpiter y Leo siguieran brillando juntos en el cielo, Venus regresó a la zona y se alineó con Júpiter en Junio del 2 a.C. El día 17 de ese mes los brillos de los dos planetas fueron tan intensos que llegaron a confundirse. Pero esta posibilidad estaría un poco fuera de tiempo, en cambio para el astrónomo tejano Rick Larson cree firmemente que Jesús realmente nació el 25 de Diciembre, aunque del año 2 antes de nuestra era. Al contrario de otros astrónomos, Larson se ha fijado en eventos celestiales posteriores porque cree que la fecha de la muerte del rey Herodes (4 a.C.) es incorrecta. La fecha se basa en los escritos del historiador Josephus.
¿Cómo explicar si fuera verdad la conjunción como respuesta, si supuestamente guio por los cielos y se detuvo en lugares concretos? Una de las pocas explicaciones para este suceso, es la relacionada con el fenómeno de la retrogradación de los planetas. Por ejemplo, en el año 6 a.C. Júpiter retrogradó entre el 23 de Agosto y el 20 de Diciembre, en ambas fechas el planeta más grande del sistema solar aparentemente “se detiene” para un observador en la Tierra. Sin embargo, múltiples planetas no se ven como una sola fuente de luz, como se describe en la escritura. También, la alineación de planetas es bastante frecuente y por lo tanto no tan inusual. Hubo una conjunción de Júpiter y Saturno en el año 6 a.C., pero una aún más cercana en el 66 a.C., demasiados años antes…

·         Júpiter, eclipsado: Una moneda de 2.000 años de antigüedad (en la que aparece Aries, el carnero, mirando atrás hacia una estrella) probaría una doble ocultación de Júpiter tras la Luna ocurrida en el 6 a.C., según esta teoría, los magos vieron la estrella en la constelación de Aries. Los textos astrológicos de la época rezan que Aries dominaba Judea y siendo Jerusalén la capital de Palestina, el carnero se convertía en signo de los judíos. Según el profesor de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, Mike Molmar, los magos vieron este eclipse. Justo antes del amanecer, Júpiter habría aparecido por el este y después, cuando la Luna pasó entre la Tierra y Júpiter, el gran planeta habría desaparecido.

·         Nova:  Existe un texto chino en el que se da una cita bastante curiosa:

          “Segundo reinado de Chhien-ping, segundo mes, un hui-hsing apareció en Chien-niu durante más de 70 días”

El segundo reinado de Chhien-ping se corresponde con los meses de Marzo y Abril del año 5 a.C.; un hui-hsing es una manera de destacar una estrella con cola, un cometa; y Chien-niu es un nombre dado por los chinos a un grupo de estrellas que comprendía la zona del norte de las estrellas Alpha y Beta de la actual constelación de Capricornio. Teniendo en cuenta que, en 1572 explotó la supernova que hoy conocemos como de Tycho, los chinos también la observaron y en sus crónicas la citan como un hui-hsing. Lo que quiere decir que cabe la duda de que los chinos llamaran a un hui-hsing tanto a un cometa como a una estrella bastante brillante.
             Por otra parte, las crónicas coreanas nos cuentan algo interesante que sucedió en el año 4 a.C.:

          “Año 54 de Hyokkose Wang, segundo mes, Chi-yu, un po-hsing apareció en Ho-Ku” (Historia de los Tres Reinos - La Crónica de Silla (Samguk Sagi))

     Si el término Chi-yu es considerado como una mala interpretación de I-yu como sugieren el grupo de investigadores ingleses compuestos por David Clarke, Parkinson y Richard Stephensonla fecha en la que nos encontramos es a finales de Marzo del año 4 a.C. Un po-hsing es un cometa sin cola o una estrella brillante. (Recordemos que los hui-hsing chinos era cometas con cola) Por último Ho-Ku es un asterismo de estrellas que los coreanos nombraban y que hoy sabemos ocupaba una parte de la constelación del Águila. Este testimonio hace que volvamos la vista atrás y recordemos el testimonio chino de la observación de un hui-hsing. Según los investigadores ingleses citados anteriormente, el po-hsing coreano aparecido a finales de marzo del 4 a.C., y el hui-hsing chino aparecido a finales de Marzo, principios de Abril del 5 a.C., ¿se trata del mismo objeto u objetos bien distintos aparecidos en la misma época con una diferencia de un año entre uno y otra aparición? Si fueran objetos distintos es difícil creer que los chinos no anotaran la observación de un fenómeno tan espectacular dada su continuidad más que probada en éste sentido. A menos que el objeto no fuera tan espectacular...con lo cual no debería entrar como candidato a ser “la luz”. Stephenson cree que definitivamente ambos objetos son el mismo y que apareció en el año 5 a.C.
Esta es una hipótesis que cuenta con cierta validez creyéndose que el objeto no fue un cometa sino una nova de un brillo destacado para ser advertida con sorpresa por los Reyes Magos pero no tan diferenciador para la gente sin conocimientos astronómicos. Además, el hecho de que se mantuviese visible en el cielo, sin moverse aparentemente de la constelación, excluye la posibilidad de que se trate de un cometa.
Por las anotaciones chinas y coreanas dicha nova pudo aparecer en una zona delimitada por las constelaciones del Águila y Capricornio, en concreto en una región de unos cinco o seis grados centrada en la estrella Theta de dicha constelación. El objeto sería visible al amanecer en el Este. A medida que pasaba el tiempo estas constelaciones se harían visibles más tiempo antes de que saliera el Sol hasta que, en unos tres meses, el objeto podría ser visible hacia la medianoche en el Sur en lugar del Este. Con lo cual el objeto sería visto por los Reyes Magos en el este (como dice el evangelio de San Mateo), y luego señalaría la posición de Belén desde Jerusalén. Por otra parte, David Hughes piensa que la traducción desde el griego original del evangelio de San Mateo tiene un error debido a una diferencia muy sutil de las palabras y por tanto, en lugar de leerse “en el este” ha de leerse “en la primera luz del alba”. Dato que refuerza ésta hipótesis. Así pues según estos investigadores la estrella de Belén debía ser una nova que aconteció en el año 5 a.C. y que fue visible entre las constelaciones del Águila y Capricornio.

·         Supernova: Otra posibilidad planteada es la aparición de una supernova en los cielos. Una supernova es una estrella muy masiva que aumenta bruscamente su luminosidad, de tal forma que no es posible que pase inadvertida en el cielo. En el momento de la explosión, una supernova puede ser vista incluso a plena luz del día, y su brillo más intenso puede durar meses antes de empezar a decrecer. Durante los últimos mil años, la humanidad ha sido testigo de cuatro supernovas, en los años 1006, 1054, 1572 y 1604. En todos los casos, los cronistas de cada época se refirieron profusamente al fenómeno. Los chinos, por ejemplo, refieren que la supernova del año 1054 fue visible durante dos meses incluso a plena luz del día. La pega es que no existe en la época del nacimiento de Jesús ninguna referencia definitiva sobre la súbita aparición de una luz especialmente intensa en el cielo. Ya que de haber sucedido un hecho de tal magnitud se verían reflejados en las distintas crónicas además de haber dejado un remanente en forma de nebulosa en el espacio, cosa que no se ha encontrado.

·         Estrellas fugaces: A pesar de tratarse de un fenómeno altamente frecuente y por ende conocido incluso para los ciudadanos de a pies, el divulgador astronómico británico Patrick Moore propuso que la estrella de Belén bien podría tratarse de un bólido especialmente luminoso, el cual diera la señal a los magos para iniciar su viaje. Un bólido es un meteoro muy brillante que se hace visible en el cielo durante pocos segundos y que destaca muchísimo por su alto brillo. Moore introdujo posteriormente otro bólido que habría aparecido en Belén a la llegada de los magos explicándose de ésta forma el texto bíblico. El primer bólido iniciaba el viaje, el segundo anunciaba el destino final. No es difícil que esto pudiera darse realmente, pero los bólidos, a pesar de su espectacularidad, son fenómenos astronómicos relativamente comunes y los magos deberían conocer estos fenómenos sobradamente. Patrick Moore anotó otra hipótesis alternativa. En la primera década del siglo XX se pudo observar desde Inglaterra una lluvia de estrellas fugaces bastante particular. Se inició con un meteoro brillante, después un segundo meteoro siguió el mismo sentido que el primero, luego un tercero hizo lo mismo y así sucesivamente. Nunca se ha vuelto a ver una lluvia con éstas características.

·         Planetas: Aunque el mero hecho de ser conocidos de sobra por astrónomos e incluso por aquellas personas poco activas en el tema, debemos cuanto menos preguntarnos si la estrella pudo ser confundida por algún planeta como Venus o Júpiter. Se trataría de la propuesta más descabellada pues es bien sabido y como hemos comentado los Reyes de Oriente eran astrónomos, y difícilmente se dejarían engañar por un objeto tal como es un planeta conocido.

¿Entonces qué? Podríamos concluir con varias hipótesis, alguna más creíbles que otras, con mayor o menor verosimilitud, pero ninguna se podría descartar o tomar como tremendamente cierta.
Para lo primero concluiremos que cualquiera de las propuestas anteriores podría ser verdad, todas con puntos más o menos a favor y en contra, ustedes eligen. Por otra parte podríamos tener en cuenta propuestas como las de algunos astrónomos como Mark Kidger (investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias) o Humphreys (de la Royal Astronomical Society) disponen de una hipótesis no centrada en un objeto u acontecimiento en concreto, sino en varios.

  • La conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis en el 7 a.C.
  • La retrogradación de Júpiter en el 6 a.C.
  • La supernova ¿o cometa? del 5 a.C.

De ésta forma Kidger y Humphreys sitúan a la Estrella de Belén como una sucesión de acontecimientos astronómicos sucedidos durante dos años. 

Por otra parte quiero destacar la gran incoherencia que Herodes comete cuando los “magos” se le presentan ante él. Ya que si analizamos lo sucedido, las afirmaciones vertidas por ellos habrían no ya suscitado un interés por lo cuál cientos de inocentes pagarían con la vida, si no, que él mismo habría mandado a alguno de sus secuaces que les siguieran y mataran directamente a Cristo, cosa que no ocurrió. Además si el brillo era tal, como que Herodes no tenía noticia de “la luz”, ¿era ciego? Una de las posibles y más razonables certezas sería que este estaba como bien sabemos en el ocaso de su vida, enfermo y debilitado. Pronto se iba a morir y estaba cada vez más preocupado por su muerte y el futuro de Judea. Observar el cielo de madrugada en invierno habría sido una forma eficaz de acelerar su propia muerte. También es posible que Herodes fue mantenido deliberadamente en ignorancia: quizá sus cortesanos habían visto o conocían de la existencia de “la luz” y, a sabiendas de su probable significado, decidían que esa era una información que no les interesaba hacer llegar al Rey.

No obstante prestando algo más de atención a Mateo comprenderemos la total incoherencia entre su relato y la realidad.  Así es el curso aparente de los astros en el cielo según nuestra posición desde la Tierra es de oriente a occidente. Ahora bien, si realmente llegaron a Palestina unos magos de Oriente guiados por una estrella, tuvieron que venir: o por el norte (siguiendo la media luna fértil), o por el sur (a través de la zona llamada Arabá). Los biblistas más bien se inclinan por esta última ruta, pues piensan que los magos procedían de la región de Arabia. ¿Pudo, entonces, una estrella hacer un recorrido de sur a norte? Pero hay más. Dice el evangelio que una vez llegados a Jerusalén, la estrella continuó guiándolos hasta Belén, ciudad que se encuentra 8 kilómetros al sur (Mateo 2,9). ¿Qué extraño cuerpo celeste es éste que viaja primero de sur a norte y luego de norte a sur? Los astros no pueden estar zigzagueando por el cielo. Además, ninguna crónica histórica de la época registra un episodio con estas características. Más adelante sigue relatando que la estrella, que iba por delante de los magos, llegó a destino y se detuvo en el lugar exacto donde se encontraba el niño Jesús (Mt 2,9). ¿Puede una estrella desplegar semejante acrobacia y detenerse en un punto exacto? Ya san Juan Crisóstomo en el siglo IV lo dudaba.
Esto ha hecho que multitud de personas abogaran por una respuesta un tanto mística a la par que esotérica, sin lugar a dudas debía de ser un objeto inteligente, un OVNI.

Para mí, en cambio, todo tiene una explicación más fácil, aunque serán ustedes los que decidan en que creer pues no se prueba nada. Para abalar lo que voy a argumentar habrá que retroceder algo más en el tiempo que simplemente el siglo I. Me apoyaré en las afirmaciones realizadas por el catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad de Deusto, Rafael Aguirre.
Aguirre ve todo el episodio de la adoración de los magos como “una actualización de interpretaciones mesiánicas del Antiguo Testamento” y, en concreto, de la intriga de Balak narrada en el libro de los Números. Después de que Moisés libera a los israelitas de los egipcios, Balak, rey de Moab, pide al vidente Balaám que maldiga a los judíos, pueblo al que teme. Balaám pronostica, sin embargo, el futuro esplendor de Israel de la mano de un caudillo y habla de una estrella como símbolo de ese líder.
“Mateo hace una composición a partir de esa tradición judía”, señala Aguirre, quien destaca que, al igual que Balak ordena a Balaán que maldiga al pueblo de Israel, Herodes pide a los magos que le digan dónde está Jesús. “El Mesías ha nacido, ha aparecido una estrella y han interpretado los signos los paganos, no los judíos, que tienen la Biblia, pero no los ven”. Herodes, como Balak, quiere destruir Israel y los magos, como Balaám, son paganos que interpretan correctamente los designios divinos. “Estamos ante un texto judío, teológico y hecho por creyentes en el que se intenta justificar el universalismo, la apertura de las comunidades cristianas primitivas a los paganos”.
De este modo y atendiendo a todo el estudio realizado en este post como en anteriores, donde llegamos a la conclusión misma en la que Jesús no nació en Belén si no en Nazaret, (para saber más, leer: Tras los pasos de la Ilusión: Jesús de Nazaret) me cuesta creer que tal suceso ocurriera verazmente, aunque de haberlo hecho como se ha tratado tampoco sería del todo descabellado salvo ciertos matices. De este modo, como hemos dicho, Mateo pretende, así, explicar que Jesús, una vez nacido como un niño judío y para salvar a los judíos, quiso brindar también al paganismo, ya desde la cuna, la posibilidad de un encuentro, para lo cual envía la luz de la fe (estrella), cuya misión es guiar a los gentiles (magos) hasta el lugar donde se encuentra el salvador (Jesús). Pero Mateo es consciente de que el pueblo judío es el pueblo elegido, y que tiene un privilegio por encima de todas las demás naciones. Por ello, la estrella (fe) no puede guiar a los magos (paganismo) directamente a Jesús. El judaísmo conservaba su posición de privilegio, y sólo por intermedio de ellos era posible llegar hasta el salvador. Es por eso que en el relato la estrella no guía a los magos a Belén sino a Jerusalén, para que sea Herodes (el judaísmo) quien los lleve hasta Jesús. La estrella, pues, no aparece equivocándose sino cumpliendo su cometido, llevando a los paganos a confrontar sus inquietudes con los judíos.

Para finalizar y aunque no puedo probar al cien por cien lo expuesto, su santidad Benedicto XVI se equivoca una vez más diciendo en su libro que “la luz” fue una supernova, aunque siempre me quedará la duda de un pasaje de Lucas… ¿Qué luz vieron los pastores? ¿Ángeles subiendo hacia la luz?..(para saber más, leer: Tras los pasos de la Ilusión: ¿Un día Pagano?)

          “En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra, paz a los hombres amados por él!” Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado””. Lucas (2, 8-15).

                 Continúa en: Tras los pasos de la Ilusión: Herodes el Cruel

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