Viaje en el Tiempo: Los Señores del Tiempo

¿Nunca os habéis preguntado de donde surge la concepción del tiempo? Piénsalo bien querido lector y comprenderás que, hasta las cosas sencillas interiorizadas en nuestro subconsciente tienen una explicación lógica.
Estudios científicos hoy en día valoran cuando fue creado el tiempo, si ya existía antes del Big Bang, si fue creado justo en ese instante o más tarde, e incluso la inquietante posibilidad de que, finalmente el tiempo, simplemente, no exista.

Hoy no es el día de entrar a valorar estas teorías que se escapan a la compresión humana e inclusive a aquellos físicos que hoy en día estudian el comportamiento de lo que hoy llamamos tiempo.
Pero, ¿qué es el tiempo? Os pediría antes de seguir leyendo, que reflexionarais sobre esta inquietante pregunta y atendierais a la posible respuesta si la hubiera, pues yo sólo encuentro en ella más cuestiones que se abren a mi paso. (Para saber más, leer:Un Paseo por la Realidad: Yo o Cerebro )


El ser humano observa su mundo, la realidad que lo envuelve comprobando que lo que ven sus ojos es lo real, y lo que no podemos percibir, palpar, no existe. De este modo, comprobamos que la realidad no es quietud, todo está en movimiento, y este movimiento hace que podamos comprobar que nada de aquello que percibimos es eterno.
Pasan los días, con sus noches y mañanas, estas, se suceden una y otra vez y empezamos a observar cambios en nuestro entorno, los días se acortan, las noches se alargan, los días cálidos dan paso a días fríos, donde la naturaleza experimenta un hechizo que envuelve todo en una tenue luz blanca, los árboles duermen, y el suspiro del viento desata las tormentas en las noches más oscuras que un hombre habría podido ver.   

Imagínense al primer hombre, a los primeros humanos, mirando la bóveda celeste, esperando la comprensión de los dioses, la piedad de la naturaleza, los signos que dictaminaran que una época mejor llegaría.
En el hemisferio norte el cielo estrellado por perlas incandescentes donde Orión nos contempla, va siendo derribado por un carro que alberga esperanza para ese pueblo perdido allende los mundos. De este modo, la naturaleza hipertérrita despierta de su ensoñación, los días se alargan, la oscuridad es vencida por la luz de la mañana y los cánticos de los pájaros antes perdidos en el eco del que fuera un lugar mejor son escuchados con admiración y parte de alegría por este grupo de humanos, que comprenden, que todo va unido, tras la tempestad siempre llega la calma, y, que, lo que una vez ocurrió vuelve a pasar, en un constante movimiento que no para.
Es entonces, en ese instante, cuando, al menos para el Ser Humano nace el tiempo, y con ello, la posibilidad de vencer a la adversa naturaleza que nos impedía seguir nuestro caminar, es en ese preciso instante, cuando nuestra especie se vence a sí misma y se abrió camino a lo que hoy día somos, a lo que hoy vemos.

Así fue como ocurrió.

Hace unos 30000 años los humanos empiezan a ser consciente del paso del tiempo. Se dan cuenta que, sobre sus cabezas existe algo a lo que pueden atender para presagiar lo que podría ocurrir con posterioridad. Se percatan del ciclo de la Luna,  que dura unos 29,5 días. Descubren las estrellas que rigen el firmamento en ciertas épocas y descubren como utilizar esto para su supervivencia.
El Sol los guía durante el día a través de las sombras proyectadas a través de los objetos, lo que les sirve de ayuda para saber la hora del día en la que se encuentran.
Las fases de la Luna les permite controlar gracias a su repetición periodos de tiempos más largos.
Estos primeros hombres sólo pueden recordar y diferenciar unos pocos sucesos que pueden durar unos pocos de días y que ocurren de manera más ocasional, como son: lluvias, nubes, vientos y tormentas; pero, lo que sí recordarán y les permitirá evolucionar, son el comportamiento que tiene el astro rey, y su princesa en los cielos, el Sol y la Luna.
Durante el Paleolítico, hace entre 30000-35000 años, en Le Placard, junto al río Dordogue, en Francia, se tallaron una serie de marcas en hueso, que mostraban el transcurso de los días durante las fases lunares. Este avance, les permitió conocer el comportamiento de la naturaleza, de aquello que les rodeaba en determinadas fases lunares, y, de este modo, poder decidir cuando era un tiempo propicio para la caza, cuando habrían de buscar refugio para las heladas y cuando, la naturaleza volvería a despertar.
La percepción del paso del tiempo, y el descubrimiento inconscientemente  de las estaciones del año, probablemente llevarían a decidir cuando emigrar a otros territorios más propicios para la vida, y, aunque probablemente esto mismo se ha realizado durante milenios por instinto básico, el hombre alzó la mirada a las estrellas, aquellas que les guiaría en su largo peregrinar, y les orientaría esta vez hasta su nuevo destino. La posición de las estrellas en el firmamento dio lugar a lo que podríamos catalogar como las primeras brújulas que poseyeron nuestros ancestros.

Pronto, empezarían a registrar el paso del tiempo en los primeros calendarios conocidos por el hombre, como pudimos comprobar con anterioridad en Le Placard, ya hacían algo parecido a lo que hoy en día hacemos para poder organizar nuestras tareas del día a día.
De este modo los primeros “calendarios” que se diseñan se basan en los ciclos lunares, como ya hemos dicho, de 29,5 días. A este periodo de tiempo se le denomina lunación, y, equivale al tiempo transcurrido entre dos repeticiones consecutivas de la misma fase lunar. Se percatan que tras unos 12 ciclos lunares, todo vuelve a repetirse, regresan las lluvias, la época de siembra o de caza… De este modo los pueblos agrícolas empiezan a estar ligados, aún sin saberlo, a otra escala de tiempo, el año solar. Todo esto, sumado a la observación de los cuerpos celestes y del Sol, les permiten moverse con facilidad de acuerdo a su posición.
Había nacido la Astronomía, ciencia que estudia, entre otras cosas, los movimientos de los astros.

Los antiguos astrónomos no tardarían en percatarse la relación que tenía las fases lunares con el año solar, por lo que elaboran calendarios de 12 meses Lunares, de 29,5 días cada uno de ellos, lo cual se traduce a 354 días en un año. Este error, les llevaría a comprobar que en poco más de 16 años, sus calendarios quedarían desajustados, los Veranos se tornarían en Inviernos y viceversa.
En el año 2357 a.C. el emperador chino Yao estableció la sincronía con un calendario que intercalaba 2 meses extras cada 5 años.
Alrededor del siglo XXI a.C. los Sumerios gracias a sus investigaciones, desarrollarían un calendario de 12 meses de 30 días, con un año de 360 días, y, cada 6 años, a este se le añadiría un mes más.
Más tarde se revisó el cálculo, añadiendo 7 meses cada 19 años, lo cual más o menos totalizaba más de 365 días. Hacia el fin del siglo V a.C. otros pueblos, como los babilonios y griegos, llegaron a idéntico sistema, llamado metónico.
Metón fue, matemático, astrónomo, geómetra, e ingeniero que vivió en Atenas en el siglo V a. C. Es más conocido por su ciclo metónico de 19 años que introdujo en 432 a. C. en el calendario Ático lunisolar como método para el cálculo de fechas. Metón encontró que 19 años solares son casi igual a 235 meses lunares y 6.940 días. (Para saber más, leer: El Gran Enigma de Antikythera )

Por otra parte, la definición que tenemos hoy de día, sería; el periodo de tiempo que tarda nuestro planeta en girar sobre su eje con respecto al Sol. Pero, ¿cuándo empieza el día?
Alrededor del VIII a.C., los astrónomos babilónicos, conocidos también como caldeos, consideraban que el día comenzaba cuando el Sol llegaba a su punto más alto en el cielo, es decir, a mediodía.
Durante toda la historia, los diversos pueblos que han gobernado el mundo han propuesto e impuesto el sistema que más adecuado les hubiera parecido en ese momento. Así fue como a lo largo del globo terráqueo podemos encontrar pueblos donde el día comienza a la salida del Sol y otros, por el contrario cuando este se ponía.
No obstante, este método tenía un grave inconveniente, y es la variabilidad en su duración del día y la noche a lo largo del año.
Cuando el Ser Humano empezó a utilizar números fijos de segmentos para dividir el día, la costumbre que finalmente prevaleció fue la de comenzar el día a medianoche y utilizar una unidad constante de tiempo, el segundo, que ahora no tiene una correlación astronómica, sino atómica.
Fue así como apareció el concepto de hora, en honor al Dios egipcio Horus, dios celeste en la mitología egipcia. Se le consideraba como el iniciador de la civilización egipcia.

Tras la concepción del día los diversos pueblos se dieron cuenta de que era necesario establecer un periodo más largo que los días pero más cortos que los meses para el quehacer del día a día.
En las culturas más primitivas se utilizaron las semanas de 4 días, en honor con casi toda seguridad a los 4 puntos cardinales.
En Centroamérica se utilizó un intervalo de 5 días, por su parte los asirios emplearon el de 6 días, los romanos un período de 8 días llamado nundinae y los griegos, babilonios y egipcios dividieron los meses en tres décadas de 10 días cada uno. 
Al final lo que prevaleció fue la semana de 7 días, para la que se han ofrecido varias explicaciones: pudiera ser el número de días en que Dios creó el mundo, según la tradición hebrea, o la duración, aproximada, de las cuatro fases lunares, o el número de planetas conocidos en la antigüedad, pues de hecho cada día estaba dedicado a un astro distinto.

Es curioso como cada cultura utiliza una base distinta para sus quehaceres, mientras los señores del tiempo utilizaban la base 6 y sus múltiplos, como podemos comprobar, 60 segundos, 60 minutos, 12 horas, 24 horas, 12 meses, los menos avezados optaban por la base 10, 7 u otro número… Les invito a reflexionar sobre ello, quizás en una próxima entrega me incline a hablaros sobre este gran misterio, por qué, determinadas culturas utilizaban tales o cuales bases numéricas.

El hombre, había aprendido a medir el tiempo, desde los días, pasando a las semanas, y finalmente a los meses que llevarían a los años.
Es destacable el hecho de la vigencia cientos de años después de aquel calendario que babilonios y griegos crearon. En el calendario judío, que adoptó este cálculo de los babilonios, estaba todavía vigente. Pero por su complicación, la gente olvidaba añadir días o meses, y los años menguaban o crecían más a capricho de los sacerdotes y reyes que de la Ciencia.

Aunque como hemos podido comprobar, la rama que vertebra en la gran mayoría de los calendarios es la Luna y sus fases, no siempre en todas las culturas sucedía este hecho, uno de los calendarios más exactos que ha podido haber y habrá, es aquel que crearon los Mayas y Aztecas, grandes astrónomos, quedaron seducidos por el Sol, y elaboraron un calendario donde entre otras cosas contenían años de 365 días. (Para saber más, leer: La Rueda Maya )

Esta es la historia de aquellos que comprendieron el movimiento, y tras este percibieron algo que nos envuelve, que creemos que está ahí, que lo percibimos, algo que nos ayudó a evolucionar, algo que nos ayudó a entender a la naturaleza, esta es la historia del tiempo.


Continuará….

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